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BIOÉTICA Y JURAMENTO HIPOCRÁTICO.
Hipócrates , El Buen Samaritano, la Sociedad Postmoderna.
Dr. Rafael Antonio Díaz Salazar Jefe, Unidad de
Cuidados Intensivos. ( UCI. SUMEDICO),
Coordinador Docente.
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La Bioética, aún cuando es una disciplina joven, es para el
profesional de la salud el punto de partida y a la vez de convergencia de toda
una milenaria tradición ética que hunde sus raíces en la oscuridad de los
tiempos que despierta con el amanecer de la ética hipocrática, se ilumina con la
luz del mensaje evangélico y brilla hoy con luz propia en una modernidad que se
debate entre la ética y la ciencia, entre la realidad ecológica del presente y
nuestra responsabilidad por los que habrán de heredar nuestros aciertos y
equivocaciones.
Desde la ética antigua, los principios éticos siempre han estado ahí
en el corazón y en la conciencia de la humanidad y poco a poco le ha tocado al
hombre desentrañarlos y adaptarlos a su propia realidad existencial, porque como
bien ha sido reconocido; ninguna profesión ha sido tan consciente desde la
antigüedad de los problemas éticos de su ejercicio como la medicina.
Si bien Hipócrates y su escuela no conocieron los formidables retos
éticos que hoy nos impone la medicina moderna con su alta complejidad científica
y pluralidad de opciones y opiniones; los principios de su mensaje brillan hoy
con más intensidad cuanto más se demanda el ejercicio humanista de la profesión
en un sociedad permeada por una grave crisis de valores, donde campea la
corrupción y que ha creado un estado de alarma ética que revive el viejo litigio
de legalidad versus moralidad.
Ante esta realidad, hoy la bioética le demanda al profesional de la
salud que sea científico, humanista y de rectos principios éticos para que lo
que es técnica y científicamente posible también sea éticamente válido. La
Bioética, al enlazar la ética con la vida, nos señala que la frontera de la
ciencia es la ética, lo que para el médico se traduce en último término que por
vocación y obligación somos custodios de la defensa y el cuidado de la vida
humana. De este modo se comprende muy bien como los valores éticos no
pueden separarse de los hechos biológicos.
Hoy la Bioética trasciende a la ética médica tradicional y se ocupa y se aplica
a todas las profesiones de la salud y afines abarcando cuestiones de orden
social, filosófico, político y económico, dedicando capítulos especiales al tema
ecológico y a nuestra responsabilidad por las generaciones futuras.
Piedra angular del movimiento bioético ha sido el reconocimiento de los grandes
principios de beneficencia, autonomía, justicia y no maleficencia que hoy
constituyen el marco referencial obligado para la calificación ética objetiva
del profesional de la salud. De manera que, tanto para lo privado como para lo
público, ahora podemos decir que un profesional de la medicina es ético cuando
hace el bien, respeta los derechos del paciente, actúa con equidad y por encima
de cualquier consideración, no hace daño.
Reconociendo que la medicina no es una ciencia exacta y que los médicos curamos
a veces, pero aliviamos a menudo y confortamos siempre; estos principios aun con
las limitaciones que naturalmente pueden tener, nos ofrecen la oportunidad de
orientar nuestro ejercicio profesional tanto como un proyecto individual como en
su dimensión social de compromiso público y con normas objetivas que nos
permiten una mejor comprensión de los nuevos conceptos en salud y de los avances
científico-técnicos a la luz de un humanismo cuyo criterio referencial es el
hombre y su dignidad de persona.
Al final, a pesar de todo el enorme “armamentarium” del que hoy disponemos en la
profesión médica para el manejo clínico y técnico de nuestros pacientes, tenemos
siempre una tarea pendiente y de obligado cumplimiento como es la reconstrucción
de la relación ética médico-paciente. Relación que es la primera y la última del
médico que va más allá del profesionalismo técnico y de los derechos y deberes;
porque estamos hablando de una empresa ética que por naturaleza propia su meta
está marcada por la confianza y la credibilidad en el médico. Es tarea
indelegable, delicada e impostergable, recuperar la fe del paciente y de la
sociedad. Esta empresa ética tiene los aditivos esenciales de sensibilidad,
consciencia y compasión por la vida humana sufriente y que su mejor guía la
podemos tomar de lo que nos enseña el mensaje evangélico adaptado a nuestra
profesión: “haz al paciente lo que quieras que hagan contigo”.
Como corolario final, es impresionante ver como el hilo conductor de la historia
bioética, nos traslada de Hipócrates al Buen Samaritano, mostrándonos con todo
el esplendor de la verdad, el encuentro entre los humanismos hipocrático y
cristiano que tiene su culmen de expresión de ética y de amor en el tierno
momento de fe de la hemorroísa.
Grande es la responsabilidad de ser médicos y más aún cuando estamos consagrados
en el Libro Santo. Es impactante ver como el escritor sagrado reconoce el
servicio y la ciencia del médico y escuchar como resuena la voz de Dios en la
expresión milenaria del pueblo cuando con profundo amor de agradecimiento nos
lleva a las alturas al decirnos: “Doctor, después de Dios… usted”. Y al final,
escuchamos el amoroso designio del Padre que en nuestro peregrinaje terrenal nos
ha encargado la dulce misión de aliviar el dolor, curar la enfermedad y salvar
la vida. Doblemos pues con humildad nuestra rodilla y recemos al Señor para que
siempre nos conceda tan inefable privilegio. (Eclo. 38 y ss).