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Dr. Antonio Dubravcic Luksic
Sucre - Bolivia
El siglo XX ha pasado a la historia como el siglo de la ciencia y la tecnología, poniendo de relieve la importancia que la ciencia tuvo para brindar mayor bienestar a la humanidad. Si algo definió al siglo XX, fue la gran actividad científica desarrollada, se produjo un avance desconocido hasta entonces en la historia, los descubrimientos mas destacados en ese siglo, algunos han sido providenciales para la vida del hombre tal como el descubrimiento de la energía atómica, que permitió importantes aplicaciones en diferentes campos y desde luego más relevantes en la medicina.
El genoma humano, se halla a disposición de los científicos que les permite actuar sobre él y modificarlo. No caben dudas de la importancia de este hecho, servirá para el control de las enfermedades genéticas. ¿El mundo feliz de Huxley será una realidad?.
Pero también otros acontecimientos han sido funestos y de muy triste recuerdo, como las dos guerras mundiales, Hiroshima: una cruel bomba o la Talidomida una droga macabra.
Otro ejemplo es el Experimento de Tuskegee en Alabama, en 1932, donde 400 pacientes negros, portadores de sífilis fueron agrupados en un cuartel sin recibir ningún tratamiento, pese que ya se disponía de la Penicilina, con el objeto de estudiar la evolución de la enfermedad.
La Segunda Guerra Mundial se caracterizó por el odio que los nazis sentían por los judíos, gitanos y otros grupos étnicos. Estos bárbaros que osaron llamarse científicos inventaron “la teoría de las razas”, cuyo verdadero significado del eufemismo “solución final” eran los hornos crematorios de los tristemente célebres campos de concentración
Contemplamos muy de cerca el ocaso del siglo XX, sin embargo fue el más trascendente en la historia del hombre. Los acontecimientos políticos, sociales y económicos se entrelazaron entre si al igual que las costumbres, la vida y el arte. Si bien es cierto que los avances tecnológicos aportaron muchas ventajas a la vida del hombre y a su contexto ecológico, también es cierto que muchos de ellos se caracterizaron por la deshumanización del hombre, como una reacción contra esa deshumanización, en las postrimerías del siglo XX, fue acuñado un nuevo término: La Bioética, mucha gente se pregunta y con razón ¿Qué es la Bioética?, término que se ha introducido en nuestro lenguaje y que no aparece en muchos diccionarios.
El concepto “Bioética” fue utilizado por primera vez por el bioquímico Van Rensselaer Potter, profesor emérito de oncología de la Universidad de Wisconsin (USA) en el prólogo de su libro publicado en 1971 manifestó que “…existen dos culturas que parecen incapaces de hablar entre si (las ciencias y las humanidades) y si ésta es la parte de la razón de que el futuro se vea dudoso, entonces, podríamos avanzar construyendo la disciplina de la Bioética…”Potter define: “Bioética es el puente entre la cultura de la vida y todas las ciencias del quehacer humano”
La bioética, constituye una alternativa para el mundo actual, que busca una
identificación con los valores morales, sirve para reflexionar sobre los
aspectos vinculados con los principios que constituyen la esencia del ser
humano.
El desarrollo
tecnológico lleva implícito, la paradoja del aparente beneficio en términos de
la calidad de vida, conjugado, a la vez, al potencial deterioro del concepto de
la vida humana, sus valores e incluso el riesgo de su destrucción. Es así como
surge la necesidad, inevitable, de analizar en su justa y real dimensión los
beneficios de la aplicación de tal tecnología; la necesidad de “humanizar” el
desarrollo tecnológico.
Si
bien es cierto que la Bioética desde sus inicios ha estado enfocada al estudio
integral de todos los aspectos que afectan la vida humana, en la práctica, su
mayor desarrollo ha ocurrido en el campo de la biomedicina, donde múltiples
problemas surgidos en los últimos años han hecho aflorar un sin número de
interrogantes que requieren ser analizados:
¿ A quién, como y
cuando se le debe hacer un transplante?. ¿Se deben usar todas las técnicas de
tratamiento en pacientes terminales? ¿Que consecuencias traerá la manipulación
genética? ¿Bajo que normas deben realizarse las investigaciones en seres
humanos? Son justos nuestros sistemas de salud? ¿Existe un derecho a la atención
sanitaria? ¿Como utilizar la fertilización in vitro, dentro de las normas éticas
y morales? Son indudablemente cuestionamientos, que debemos enfrentar con una
orientación multidisciplinaria.
El médico de hoy
se ve rodeado de importantes paradigmas para los cuales no está preparado. En su
formación tradicional, el médico, en líneas generales, se limitó a la asistencia
del enfermo y a la investigación. Siempre dentro de un ámbito de acción bastante
bien delimitado. Formado bajo el principio de la búsqueda del bien para el
paciente, durante mucho tiempo impuso, lo que según su criterio, era lo más
beneficioso para el enfermo, aun en contra de su voluntad.
Sin embargo, al
final, tenía que reconocer su limitación ante la muerte, y una vez que
consideraba que ya no podía preservar la vida, desahuciaba al enfermo y le
ayudaba a morir en paz. El desarrollo tecnológico de nuestra época poco a poco
comienza a sacarlo de estos límites, se crean técnicas que permiten prolongar la
vida, aun cuando fallen los órganos vitales. Los recursos terapéuticos se
multiplican en pocos años. Se puede operar con éxito el corazón, detenerlo por
un determinado tiempo y luego lograr que reviva.
Se puede suplir la función pulmonar con ventiladores mecánicos, la función del riñón con equipos de diálisis, se puede llegar hasta las profundidades del cerebro y extirpar tumores o aneurismas. Y más recientemente, el médico está a punto de lograr otro de sus grandes sueños, penetrar en la esencia misma de la vida, mover el orden de los genes que determinan desde el color del cabello hasta el comportamiento.
No es exagerado decir que la Bioética constituye el nuevo rostro de la ética científica. La ciencia es hoy, a la vez, la gran amenaza y la gran esperanza de la vida humana. Hoy, a principios del tercer milenio, los hombres han conseguido varios modos distintos de poner en peligro nuestra propia pervivencia. Uno de ellos es la energía atómica. Otro, la superpoblación creciente que no podrá mantenerse por mucho tiempo al actual ritmo. El agotamiento de las materias primas, la degradación de la atmósfera, de los suelos, las aguas. etc. La que se halla amenazada es, en última instancia, la propia vida. Por eso la protección y defensa de la vida sobre nuestro planeta se ha convertido hoy en un imperativo ético, que debe regir las actuaciones tanto de los científicos como de los políticos
Se pretende incentivar a los profesionales vinculados con ese tema, a construir desde el punto de la Bioética, un marco conceptual teórico-práctico que respalde la actividad científica de personas e instituciones, que se comprometan en la búsqueda y promoción de una vida cada vez más digna y de mejor calidad