EVOLUCIÓN BIOLÓGICA O CREACIÓN DIVINA:  ¿un falso dilema?
 

LEANDRO SEQUEIROS
Profesor de Filosofía. Facultad de Teología, Granada.
Lsequeiros@probesi.org

 

 

0.      INTRODUCCIÓN
            En la conferencia de ayer hablaba de la problemática de la Antropogénesis, de la emergencia de lo humano, más allá de la paleontología. Intentamos preguntarnos ¿cómo surge el Homo sapiens y cómo surge la cultura como atributo humano.
Tal vez en el punto de lo humano es donde ha sido más fuerte la polémica y las opiniones excluyentes entre             EVOLUCIÓN Y CREACIÓN. ¿Es necesario elegir uno de los términos?

            Recientemente ha saltado a la prensa el fallo del juez Jones en Dover (Pennsylvania, USA) sobre el Diseño Inteligente. La Junta escolar del Distrito de Dover quería imponer un libro creacionista en la Escuela pública. Un grupo de madres denunció a la Junta escolar. Es el famoso juicio Kitzmiller y otros contra la Junta Escolar del Distrito de Dover. La sentencia es ya casi mítica y acaba de aparecer en un libro de Brockman[1]. Frente a los que defienden que la Biblia es un libro científico y el argumento único de verdad (los creacionistas científicos), los evolucionistas reclaman la autonomía de las ciencias y el diálogo con los creyentes para encontrar pistas de diálogo. 

A modo de presentación

            Nadie es neutro en sus afirmaciones aunque se precie de ser científico. Nuestras afirmaciones están teñidas de construcciones e imaginarios sociales que nos determinan.


[1]  Ver en Brockman, J. editor, Intrelligent Thought: Science versus Intelligent Design mouvement. New York, Vintage Books, 2006, XIII + 216 pág.  Gregersen, N. H.,  “Divine Action, Compatibilism, and Coherente Theory: a response to Russell, Clayton and Murphy”. Theology and Science, 4 (3)(2006), 215-228;  Murphy, N., “Divine Action in the Natural Order: Burilan´s Ass ann Schröedinger Cat”. In Russell, R., Murphy, N. and Peacocke, A., edit., Chaos and Complexity: Scientific Perspectivas in Divine Action. Ciudad del Vaticano, Berkeley, 1997, 330.   En la prensa diaria: Sánchez Ron, J. M.  Elogio de Darwin. El País, Babelia, 20 enero 2007, pág. 13.


Me presento ante ustedes como un creyente que, desde su formación científica como paleontólogo, que ha dedicado años al estudio de los procesos evolutivos de la vida sobre el planeta.
Y anticipo la conclusión de mi conferencia: frente a las posturas defensivas, ofensivas o apologéticas, hoy, más que nunca, es necesario un diálogo entre la ciencia y la teología, entre los científicos y los cristianos para llegar a un encuentro (que no exige necesariamente la coincidencia de posturas). Y, planteando esta cuestión desde el punto de vista de los científicos, hoy hay muchos de ellos dispuestos al diálogo y al encuentro.

Esta conferencia parte de una convicción: que la evolución del universo, la evolución de la vida y la evolución humana no son meras suposiciones sino conceptos que pertenecen ya al patrimonio común de la humanidad. Incluso, como veremos, el propio papa Juan Pablo II afirmó en 1996 “que la evolución ha dejado de ser una teoría”. En el sentido tradicional de “opinión”, “interpretación” no fundada, afirmación pasajera y criticable.

También el padre de la biología evolutiva, Theodosius Dobzhanski, que era cristiano ortodoxo, afirmó hace más de 50 años: “Hoy la biología no se entiende sino desde la evolución”. Las Ciencias de la Naturaleza (biología, geología, física, antropología, medicina...) dan por supuesto el HECHO de la evolución biológica. Es un axioma que no se discute. Pero los mismos científicos reconocen que están lejos de un acuerdo sobre qué cosa es la evolución y sobre los mecanismos que conducen el proceso evolutivo.

            Estas afirmaciones tan explícitas pueden sorprender a algunas personas con poca formación. Tengo la convicción de que muchos cristianos hoy, no es que tengan dudas de fe sino lo que suelen tienen es más bien ignorancia, falta de formación. Por eso, hoy en una sociedad abierta y secularizada es muy necesaria la formación humana y teológica, la lectura crítica, la reflexión y el intercambio de puntos de vista.

Desde esta postura no dogmática y abierta que hoy mantienen muchos científicos (sean o no creyentes), estimo que se está tendiendo una mano a las religiones y a los teólogos para hacer posible el diálogo. Este diálogo debe llevar a encontrarse y tender puentes de entendimiento respetuosos con la posición de cada uno. Nos unen más cosas de lo que parece. Y, con frecuencia, nos separan más las palabras que las realidades. Esto no quiere decir que todos los científicos evolucionistas estén dispuestos a aceptar lo que los teólogos puedan aportar y criticarles. Pero partimos de que ambos, científicos y teólogos, deben estar dispuestos a dialogar y a encontrarse.

Estas palabras de Juan Pablo II, escritas en 1987, con ocasión del centenario de la publicación de los Principia de Newton (que aparecieron en 1687) son suficientemente expresivas y significativas de lo que deben ser los intentos de los cristianos bien formados que viven en una sociedad secularizada e impregnada por el pensamiento científico:  "la ciencia puede purificar a la religión del error y de la superstición; la religión puede purificar a la ciencia de idolatría y falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra hacia un mundo más amplio, en el que ambas puedan florecer".Mi intención es mostrarles la necesidad de diálogo y de entendimiento. Esto no significa que se llegue a coincidir en todas las ideas. No se trata de convencer sino de ofrecer humildemente el resultado de la propia reflexión. Es posible y necesario encontrar espacios de diálogo interdisciplinar. Y donde no se pueda, al menos debe mantenerse una postura de respeto y aceptación de la diferencia. Como decía Juan Pablo II en la frase citada, el encuentro purifica de dogmatismos a unos y a otros. Y esto no es caer en el relativismo. Se trata de aceptar que nadie tiene el monopolio de la verdad y que cada observador tiene una perspectiva del único paisaje de la verdad que nunca llegamos a conocer del todo[1]. 

¿Es posible ser cristiano y aceptar al mismo tiempo el origen evolutivo del universo, la vida y de la especie humana? ¿Son compatibles EVOLUCIÓN BIOLÓGICA Y CREACIÓN DIVINA? ¿Es posible un diálogo y un encuentro entre las teorías científicas sobre el origen humano y la doctrina teológica de la creación?      

Y de una manera más general, ¿hay una exclusión entre las posibilidades de aceptar la EVOLUCIÓN y continuar siendo CRISTIANO? ¿No se trata de un FALSO dilema? 

Tengo compañeros científicos que no comprenden que yo me considere EVOLUCIONISTA Y que, sin embargo, continúe siendo cristiano. Tal vez el error está en el planteamiento filosófico y teológico del concepto de CREACIÓN.

2]  Con frecuencia, la dificultad para el diálogo se encuentra en el lenguaje. Recomendamos este libro editado por ASINJA: A. DOU, edit. Lenguajes científico, mítico y religioso. Editorial Mensajero, Biblioteca de Fomento Social, 26 (1980) Bilbao, 285 pág. Colaboraciones de: Blanch, A. (1980).  El lenguaje estético., 155-159. Camps, V.   (1980). El lenguaje como juego. 119-144. Corbí, M. y Comas, C. (1980). Discurso valoral, discurso científico y discurso religioso. 203-210. Gómez Caffarena, J. (1980). El lenguaje simbólico y su verdad. 239-272. Hortal, A. (1980). Filosofía del lenguaje moral. 145-154. Mardones, J. M. (1980). Reflexiones sobre la sesión final. 273-285. Martín Velasco, J. (1980). El simbolismo desde la Ciencia de las Religiones. 161-202. Ribes, D. (1980). Lenguaje científico y cambio conceptual. 13-44. Scheifler, J. R. (1980). El "lenguaje mítico" de la Biblia. 45-94.


Desde mi punto de vista, la aceptación de un DIOS CREADOR no implica que uno se considere CREACIONISTA (en el sentido peyorativo que hoy se entiende: defensor de que todas las especies que existen y sobre todo la especie humana, han aparecido por un acto creador directo de Dios tal como dice la Biblia) 

Un debate reavivado

Desde hace un año este tema se ha reavivado mucho.
 Todo surgió cuando el 17 de mayo del año pasado, 2005, el astrofísico Lawrence Krauss publicó en el New York Times un artículo contra los movimientos creacionistas en los Estados Unidos. Y sobre todo, contra la nueva versión del llamado “Diseño inteligente”.

Los CREACIONISTAS pretenden mostrar que los datos bíblicos sobre la creación (los siete días, el Diluvio, el Paraíso...) son científicos y por ello hay una CIENCIA DE LA CREACIÓN alternativa a las CIENCIAS DE LA EVOLUCIÓN.

Pero semanas más tarde, el 7 de julio, el cardenal de Viena, Christoph Schönberg, publicó también en el New York Times un artículo en donde ponía en duda que un católico pueda ser evolucionista. Decía que no podemos prescindir del “diseño inteligente” de la creación frente al azar de los evolucionistas.

Este artículo motivó que un grupo de científicos cualificados escribiera al papa Benedicto XVI una carta pidiéndole que confirmarse si seguía apoyando la postura de Juan Pablo II sobre la evolución manifestada  en su discurso a la Academia Pontificia de Ciencias en 1996, en la que decía que “la evolución ha dejado de ser una mera hipótesis”.

Por otra parte, en una iluminadora carta, el jesuita director del Observatorio Vaticano, padre George Coyne, publicó en la revista The Tablet el 6 de agosto de 2005 un clarificador artículo (www.thetablet.co.uk/cgi-bin/register.cgi/tablet-01063) en el que rebate los argumentos de Schönberg en el que habla de la “creación continua” y de la “creación en la evolución”, negando que haya oposición entre la Evolución y la Creación. Los conceptos de “diseño inteligente”, “principio antrópico”, “ciencias de la creación”, “creacionismo científico” y otras han estado muy presentes en la prensa en este verano.

            Pero éste no es un tema que sea sólo objeto de debates en la prensa. Los teólogos de las ciencias (una nueva denominación emergente para los retos que presentan las modernas ciencias de la naturaleza a las formulaciones clásicas de los dogmas teológicos) han publicado desde hace 25 años sus trabajos[1].

            Resaltamos tres estudios actualizados que merecen la atención de los oyentes más inquietos: Andrés Torres Queiruga, “Recuperar la creación. Por una religión humanizadora”, John Polkinhorne, “Ciencia y Teología. Una introducción” y el de Ian G. Barbour, “El encuentro entre Ciencia y Religión. ¿Rivales, desconocidas o compañeras de viaje?. 

            En estos meses, tanto el Instituto Metanexus para la Ciencia y la Religión (www.metanexus.net) como los grupos locales, como el de Granada, estamos reflexionando teológicamente sobre los retos que la visión evolutiva del universo, y dentro de él, de los seres humanos, pueden llevar a una confrontación entre la ciencia y la religión. Pensamos que dentro de una concepción abierta de la teología no solo es posible el diálogo, sino que es posible y necesario un encuentro de posturas. Y en este encuentro, ambos saldrán beneficiados, tanto la ciencia como la teología.           

La versión “refinada” del creacionismo es el Diseño Inteligente. Según esta teoría, los parámetros del Universo hacen necesaria la aceptación de una mente divina ordenadora de todo lo creado. Esto ha provocado una ardua polémica en EEUU que ha llegado a los tribunales. Recientemente, el juez federal Jones de Pennsylvania ha rechazado la denuncia de los creacionistas que pretendían, por vía judicial, imponer la enseñanza del DISEÑO INTELIGENTE como teoría científica. El juez Jones dictamina que se trata de una creencia religiosa pero no científica.

Hace un poco más de un año, un prestigioso biólogo italiano, Fiorenzo Facchini, ha publicado en l´Osservatore Romano (16-17 enero 2006, pág. 4) un artículo titulado “Evoluzione e Creazione”. En este artículo, se hace eco de la sentencia del Juez federal Jones de Pennsylvania que ha dictaminado que el diseño inteligente no pertenece al mundo de la “ciencia” sino solo al de las creencias. Y por ello, la pretensión de grupos cristianos fundamentalistas de introducir el Diseño inteligente en los programas educativos al mismo nivel que la evolución biológica, no tiene lugar.

[3]  Juan Luis RUIZ DE LA PEÑA, Teología de la Creación .Sal Terrae, 1986. Es clásica la aportación de Luis ARMENDÁRIZ “La creencia cristiana y la evolución” (en M. CRUSAFONT, E. AGUIRRE Y B. MELENDEZ, edit. Evolución, BAC, 1966, pág. 826-852);  y también el texto iluminador de Adolf HAAS, jesuita de Pullach, en 1962 (publicado en castellano en 1963 en la obra que él coordinó, Origen de la Vida y del Hombre. BAC, 1963, páginas 526-552. Más moderno es el trabajo de A. TORRES QUEIRUGA, Repensar la creación. Sal Terrae, Santander, 1997 (2ª edición) John POLKINHORNE, Ciencia y Teología. Una introducción Sal Terrae, 2000, y Ian G. BARBOUR, El encuentro entre Ciencia y Religión. ¿Rivales, desconocidas o compañeras de viaje?   Sal Terrae, 2004


Algunos han querido ver en este artículo, un rechazo por parte de la Iglesia Católica del llamado “Diseño Inteligente” con pretensiones científicas.La mayor parte de las polémicas entre EVOLUCIÓN Y CREACION se han referido al origen humano. Por ello, es lógico que mis referencias a esta cuestión sean mayores. Mi objetivo hoy es presentarles la problemática histórica del conflicto entre evolución y creación divina desde un punto de vista histórico abriendo puertas a un debate.

 Las preguntas brotan enseguida: ¿es real e insoluble el conflicto entre creación y evolución? ¿Es posible unos acuerdos entre científicos y teólogos? Para ello, habrá que dibujar una panorámica de las tensas relaciones que han existido (y en parte siguen existiendo) entre la concepción biológica del origen humano (la llamada hominización) y la concepción teológica del ser humano (lo que se ha dado en llamar la “Antropología teológica”).

            Recorreré cuatro puntos en esta conferencia:

1)      El punto de partida: ¿cuál es la situación actual en España de las relaciones entre evolución humana y  creación humana?

2)      Los orígenes del conflicto ¿cómo surge el conflicto?

3)      Elementos para una solución dialogada ¿hay posibilidad de solución dialogada?

4) Pistas para el futuro: evolución y creación en estos últimos años  

1. El punto de partida: La polémica de Atapuerca: ¿evolución humana que excluye la creación?

            En estos años, ha surgido en España una fecunda polémica sobre los orígenes del ser humano que parte de la interpretación filosófica y teológica de los últimos descubrimientos de Atapuerca (Burgos)[1]. Muchos de los componentes del equipo interdisciplinar se han lanzado a publicar ensayos particulares que se adentran en terrenos que van más allá de la pura paleoantropología.


Ciencia y Teología. Una introducción Sal Terrae, 2000, y Ian G. BARBOUR, El encuentro entre Ciencia y Religión. ¿Rivales, desconocidas o compañeras de viaje?   Sal Terrae, 2004
[4] Ver a este respecto el discurso de ingreso en la Academia del “padre” de Atapuerca y quien recibió el premio Príncipe de Asturas, el profesor Emiliano Aguirre: Evolución humana. Debates actuales y vías abiertas. Discurso leído en el acto de recepción por el Exmo Sr. D. Emiliano de Aguirre Enríquez en la Real Academia de Ciencias, Madrid, 2000, 169 pág


De alguna manera, inciden en una visión con pretensiones científicas y filosóficas del ser humano que entra en conflicto con la visión teológica.  Los trabajos de Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell, Ignacio Martínez, José María Bermúdez de Castro y otros[1], de gran venta popular, han difundido una determinada concepción discutible en algunos aspectos sobre la emergencia de la condición humana. Dos son los puntos a discutir:

a)      El aparente reduccionismo biologicista subyacente: todo se explica desde la biología (lo que ayer veíamos)

b)      La confusión que suelen tener algunos científicos entre creencias religiosas y teorías científicas y la imposibilidad de acuerdos. Uno de los grandes filósofos de la biología y que además se profesa ateo, el Dr. Michael Ruse (Universidad de Florida) acaba de publicar en 2005 un trabajo titulado en castellano: “Darwinismo y cristianismo: ¿deben mantenerse en guerra o es posible la paz?”[2]. Sin embargo, Ruse (pese a reconocer su ateísmo) pone en duda el que tengan que ser incompatibles. Estas ideas las ha desarrollado mucho más ampliamente en un libro anterior (2001) titulado “¿Puede un darwinista ser cristiano?”

            La problemática científica, filosófica y religiosa de la evolución humana ha pasado al gran público a través de las revistas de divulgación (como Quo, Muy


5] J. L . ARSUAGA e I. MARTÍNEZ. La especie elegida. La larga marcha de la evolución humana. Temas de Hoy, Madrid 1998. J. L. ARSUAGA. El collar del Neandertal. En busca de los primeros pensadores. Temas de Hoy, Madrid, 1999; J. CORBELLA, E. CARBONELL, S. MOYA, R. SALA. Sapiens. El largo camino de los homínidos hacia la inteligencia. Península, Barcelona, 2000; E. CARBONELL y R. SALA, Planeta Humano. Península, Barcelona, 2000; J. L. ARSUAGA, El enigma de la Especie. Las causas, el curso y el propósdito de la evolución. Plaza y Janés, Barcelona, 2001; I. MARTÍNEZ y J. L. ARSUAGA, Amalur. Del átomo a la mente. Temas de hoy, Madrid 2002; E. CARBONELL y R. SALA, Aún no somos humanos. Propuestas de hominización para el tercer milenio. Anagrama, Barcelona, 2002; J. M. BERMÚDEZ DE CASTRO, El chico de la Gran Dolina. En los orígenes de lo humano. Crítica, Barcelona, 2002; J. L. ARSUAGA, Los aborígenes. La alimentación en la evolución humana. RBA, Barcelona, 2002; J. L. ARSUAGA e I. MARTÍNEZ, Atapuerca y la evolución humana. Fundación Caixa Catalunya, Barcelona, 2004; J. L. ARSUAGA, “Así eran nuestros ancestros”m en VVAA. La evolución del hombre. De África a Atapuerca. Nacional Geographic, Edición especial, Madrid 2004, 30-47; J. M. BERMÚDEZ DE CASTRO, Hijos de un tiempo perdido. Editorial Ares y Mares, Barcelona, 2004; E. CARBONELL y J. M. BERMÚDEZ DE CASTRO, Atapuerca, perdidos en la colina. La historia humana y científica del equipo investigador. Edit. Destino, barcelona, 2004, J. L. ARSUAGA, El mundo de Atapuerca. Plaza y Janés, Barcelona, 2004.
[6]  M. RUSE. “Darwinism and Christianity: Must They Remain or Is Peace Possible?” En: J. D. PROCTOR (edit.) Science, Religion and the Human Experience. Oxford Universitary Press, 2005, 336 pág. Ver también: M. RUSE. Can a Darwinian Be a Christian? The Relationship between Science and Religion. Cambridge Universitary Press, 2001.


interesante, XLSemanal...)[1]. Además, la polémica desatada con el llamado “Proyecto Gran Simio”[2] ha dado lugar a múltiples comentarios en la prensa[3]. 

            Estas opiniones han suscitado comentarios y respuestas muy diferentes dentro del mundo católico, muchas veces airadas y poco dialogantes[4]. Desgraciadamente, algunas reproducen muchos de los modelos intolerantes de otros tiempos. Esta comunicación intenta hacer una llamada, no solo al diálogo sino también al encuentro, suponiendo que ambas partes están sinceramente dispuestas a esa actitud positiva. De alguna manera, forma parte de un proyecto de “Teología de la Ciencia”, que acabo de publicar[5].

            Les diré, como experiencia personal, que este es el empeño que ha guiado mi docencia y mis publicaciones en la Facultad de Teología de Granada desde hace diez años. Y ese fue el empeño de más de 20 años de trabajo desde dentro de la universidad civil, como profesor de Paleontología. [Y este es el empeño que llevamos a cabo en Granada un grupo de laicos y teólogos dentro del grupo local del Instituto Metanexus para la Ciencia y la Religión (www.metanexus.net), dentro de la Cátedra Ciencia-Tecnología Religión de la Universidad Comillas (www.upco.es/catedras/ctr) y a través de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta (ASINJA) (pueden encontrar datos en www.upco.es/webcorporativo/Centros/Asociaciones.asp) que lleva más de 30 años reuniéndose anualmente y ha publicado 33 volúmenes de sus reuniones[6] ].



7] “Supersapiens: ¿cómo será el próximo ser humano?” Quo, 129, junio 2006; “Los primeros humanos. Los últimos hallazgos”. Muy interesante, 297, febrero 2006, “¿en qué nos parecemos a los animales?”. XLSemanal, 976, julio 2006...
[8] L. SEQUEIROS, Biología y cultura: reflexiones sobre la antropología filosófica  de Arnold Gehlen (1904-1976). Documento para la Cátedra CTR. Junio de 2006.www.upcomillas.es/Webcorporativo/Centros/catedras/ctr/Documentos/APORTACIONES/sequeiros2jun06.pdf    
[9] Citemos entre otros muchos: “Chita sabe mentir, engañar, seducir. Entrevista con Francisco Garrido”. EL PAIS, 30 abril 2006, 80; “Encuentre las diferencias. Un proyecto parlamentario pretende acabar con la esclavitud de los grandes simios. ¿En qué se parecen ellos a nosotros?” EL PAIS, 30 abril 2006, 42; “Que los simios gocen de derechos no supone que los humanos tengan menos. Entrevista con Francisco Garrido. IDEAL, Granada, 1 mayo 2006, 15; “Algo más que monos, mucho menos que humanos” EL PAÍS, 13 mayo 2006, p.11; “El hermano Gorila”. IDEAL, Granada, 1 mayo 2006, 19;   “De simios y de humanos” IDEAL, Granada, 14 de mayo 2006;  “Los derechos humanos y los derechos de los simios”. IDEAL, Granada, 17 mayo, 27.
[10] Tal vez, la respuesta más documentada pero también menos dialogante es la de R. BERZOSA, Una lectura creyente de Atapuerca. La Fe cristiana ante las teorías de la evolución. Desclée de Brouwer, 2005, 225 páginas.
[11] L. SEQUEIROS. Teología de la Ciencia: un concepto emergente. Proyección, Teología y Mundo actual. Facultad de Teología de Granada  (2006)
[12] La Asociación Interdisciplinar José de Acosta (ASINJA) ha publicado este volumen de interés: Alberto DOU, edit.; Evolucionismo y cultura. Editorial Mensajero, Biblioteca de Fomento Social, Bilbao 30 (1983) 278 pág. Con colaboraciones de: de Renzi, M. (1983). El neodarwinismo y las críticas impuestas a su reduccionismo radical por la Paleontología y la Biología del desarrollo. 57-82. García Doncel, M. (1983). La epistemología evolucionista de Stephen Toulmin. 101-108. Marzal, A. y Tornos, A. (1983). Conceptos darwinianos e interpretación de la historia. 159-218.Núñez de Castro, I. (1983). Categorías del discurso biológico.  17-56. Riaza, F. (1983). Evolución y finalismo.  227-262. Rubio, J. (1983). Sociobiología e interdisciplinariedad. 115-158.Sala, J. (1983). La explicación biológica de la sociedad humana: un proyecto irrealizado.  219-226. Sequeiros, L. (1983). Idea de "modernidad" en Geología y Biología y su influjo cultural: el caso de Charles Lyell y Charles Darwin. 109-114.


Por eso, esta conferencia anima a profundizar, con un talante optimista y conciliador, en las vías de entendimiento entre científicos y teólogos sobre el encuentro entre los conceptos de evolución humana y creación humana.
            Creo que es lícito que nos preguntemos: ¿es posible encontrar unas formulaciones comunes que permitan a un cristiano aceptar el hecho científico y la creencia cristiana? ¿Es posible asumir que los humanos hemos aparecido en este planeta a lo largo de un prolongado y azaroso proceso de evolución biológica, y aceptar como cristianos que somos criaturas de Dios a su imagen y semejanza?  

2.  LOS ORÍGENES DEL CONFLICTO ENTRE CREACIÓN Y EVOLUCIÓN HUMANAS        

Si se recorre la historia de la Filosofía, la historia de la Biología y la historia de la Antropología, las lecciones pueden ser muy interesantes. La verdad es que prácticamente hasta el siglo XIX no se planteó científicamente la pregunta sobre el origen evolutivo de los seres humanos. Los griegos aceptaron la existencia de los humanos ahí, en el mundo, sin preguntarse si habían tenido un inicio y menos aún cómo aparecieron.

2.1 El filósofo Aristóteles, con su mirada de filósofo natural, sitúa a los seres humanos dentro de la escala zoológica (no son ni minerales ni plantas). En su tratado sobre los animales, diferencia entre animales sin sangre y animales con sangre. Y entre éstos últimos, diferencia un grupo a los que llama vivíparos (con capacidad de dar a luz a sus crías), entre los que sitúa a los Cetáceos (que son marinos), los Cuadrúpedos (que son peludos y terrestres), y los Humanos. Aristóteles, por lo tanto, sitúa a los Humanos dentro del grupo de los animales. Pero evidentemente, no puede concebir que hay una relación biológica con los otros. Cada uno es así por “su propia naturaleza” (kata physin). Lo que ocurre es que cada grupo está en un peldaño diferente de la escala de perfección. Unos son más “perfectos” (acabados) que otros. Los humanos ocupan el escalón más alto debido a que tienen racionalidad, capacidad para pensar, y que les sitúa por encima de los brutos.

            El cristianismo medieval, sobre todo el de Santo Tomás, recoge la herencia aristotélica. Pero tiene una gran dificultad para situar a los seres humanos dentro de la escala animal. La lectura bíblica del génesis le obligaba a reconocer la excelencia y preeminencia de los humanos y por ello la imposibilidad de reducir a los humanos a animales por muy racionales que fueran. La creencia en una creación directa y especial de Dios y el mandato de “dominad la Tierra” hacía a los humanos dueños y señores de todo.

            El señorío del hombre sobre la creación fue una tesis mantenida durante siglos en la filosofía, la teología y las ciencias.  

2.2  Desde el siglo XVIII: la aportación de Linneo

            Pero en el siglo XVIII un hombre muy religioso, muy aristotélico y muy observador de la naturaleza va a provocar una revolución en el pensamiento sobre los humanos. Estoy hablando de Carl Linné, más conocido entre nosotros como Carl Linneo (1707-1778). A Linneo le debemos la genialidad de haber inventado un modo universal de designar a todos los animales y plantas: la nomenclatura binomial. El género y la especie, como categorías taxonómicas (de clasificación) aunque no les daba categoría biológica natural. A él le debemos el que seamos llamados Homo sapiens.

            En su Systema Naturae (1735) Linneo considera al Homo como un género dividido en dos especies, según un criterio en parte físico y en parte sociocultural.  Linneo clasifica al Homo en dos especies: Homo sapiens, variable según la educación y situación, comprende, entre otros, Americano, Asiático, Europeo, Africano, Salvaje.... Y Homo monstruosus, variable según el clima, y comprende, entre otros, los Patagones, Hotentotes, Indios americanos, chinos, indios canadienses 

su reduccionismo radical por la Paleontología y la Biología del desarrollo. 57-82. García Doncel, M. (1983). La epistemología evolucionista de Stephen Toulmin. 101-108. Marzal, A. y Tornos, A. (1983). Conceptos darwinianos e interpretación de la historia. 159-218.Núñez de Castro, I. (1983). Categorías del discurso biológico.  17-56. Riaza, F. (1983). Evolución y finalismo.  227-262. Rubio, J. (1983). Sociobiología e interdisciplinariedad. 115-158.Sala, J. (1983). La explicación biológica de la sociedad humana: un proyecto irrealizado.  219-226. Sequeiros, L. (1983). Idea de "modernidad" en Geología y Biología y su influjo cultural: el caso de Charles Lyell y Charles Darwin. 109-114.


2.3 Darwin y la lectura sobre la creación y la evolución humana
Charles Robert Darwin (1809-1882) es un hito muy importante en el debate científico sobre Evolución y Creación referido al ser humano. Sus libros fueron bandera discutida durante el final del siglo XIX y parte del siglo XX. Pero aquí es interesante confrontarlo con otro naturalista, mucho más joven que Darwin, que coincidió con su pensamiento en los primeros años pero que después se despegó de él por su interpretación sobre el origen de la humanidad. Nos referimos a Alfred Russell Wallace (1823-1913)

Comencemos con Darwin: en su juventud fue un creyente convencido de la existencia del Diluvio y de la creación directa del hombre por Dios según la Biblia. Pero el mítico viaje alrededor del mundo realizado en el Beagle entre 1831 y 1836 cambió su mente. Dios y la creación divina fue perdiendo fuerza en su pensamiento[1]. En el Origen de las Especies por la Selección Natural (1859) Darwin orilló delicadamente el espinoso asunto de las raíces de la humanidad. Solo le dedica una frase: "Se hará la luz sobre el origen del hombre y su historia". 

Y hay otra frase que merece ser resaltada: “Hay algo grandioso en esta concepción de que el Creador en el principio insufló la vida con sus múltiples fuerzas en unas cuantas formas o tal vez en una sola, y que mientras nuestro planeta gira siguiendo la ley inmutable de la gravitación, se desarrollaron y se siguen desarrollando, partiendo de un principio tan simple, un número infinito de las formas más bellas y maravillosas”

El paradigma evolutivo aplicado a las raíces de la humanidad dio lugar a enconadas controversias en todo el mundo ante algo que parecía escandaloso, denigrante a la dignidad humana y contradictorio con las enseñanzas bíblicas y de las iglesias cristianas. Pero los argumentos evolucionistas eran muy débiles. Apenas existían indicios de ese "missing link" (el eslabón perdido) que demostrase el parentesco evolutivo entre hombres y monos[2].

En los cuadernos de Darwin se expresa cómo estaba convencido de que todos los instintos, incluyendo los instintos sociales que honramos con el término de moralidad, han sido producidos por evolución. Trataba de reconducir la moral a una rama de la biología.

[13] Sobre DARWIN:    BOWLER, P.J. (1995) Charles Darwin: el hombre y su influencia. Alianza U.,832, 271 pág.  HEMLEBEN, J. (1971) Darwin. Alianza Editorial, 310, 196 pág.    MOOREHEAD, A. (1980) Darwin: la expedición del Beagle (1831-1836). Ediciones del Serbal, Barcelona, 240 pp.-    Ch.R.DARWIN (1887, 1987) Autobiografía. Alta Fulla, 188 pág.   Sobre el DARWINISMO:  hay  una gran cantidad de obras de divulgación. Destacamos: BECKNER,M.O. (1976) El Darwinismo. Cuadernos Teorema, Valencia,  CADEVALL,  M. (1988) La estructura de la Teoría de la Evolución. Public.Universidad Autónoma, Bellaterra, 111 pp.   RUSE,M. (1983) La Revolución darwinista: la ciencia al rojo vivo. Alianza Universidad, n0 372, 355 pp.  BOWLER, P.J. (1985) El eclipse del Darwinismo. Labor Univers., 286 pág. Recientemente se ha publicado un libro que, desde el pensamiento evolucionista, se critican fuertemente los pilares del darwinismo: R. CHAUVIN (2000) Darwinismo: el fín de un mito. Espasa Forum, 330 pág.
[14]  Se recomienda a los alumnos la lectura de: M.A. PUIG-SAMPER (1994) Darwinismo y antropología en el siglo XIX. Hitoria de la ciencia y de la técnica AKAL, n1 49, 54 pág.


Darwin expone sus ideas sobre la Descendencia (descent, linaje)  del hombre en 1871. Es un libro extraño, porque en su mayor parte es un tratado sobre la selección sexual. Darwin opina que la diversidad de razas se debe a procesos de selección sexual: "En la situación social más primitiva, los individuos más sagaces, los que inventaran y utilizaran mejores armas y los que se defendieran mejor de sus enemigos, serían los que darían lugar a mayor descendencia" (1:196). El libro sobre La Expresión de las emociones... (1872) iba a ser solamente un capítulo de La Descendencia del hombre (1871).  Este libro se considera por algunos como el germen de la moderna etología (ciencia del comportamiento animal y humano).

           

El concepto de evolución en Darwin

Dentro de esta polémica surgen en los últimos años del siglo XIX e inicios del XX las sociedades antropológicas y también la Paleontología Humana. Los éxitos no se hicieron esperar y los restos de humanos fósiles empezaron a hacer su aparición: Java (1891), Cro‑Magnon, Sudáfrica... A estos siguieron numerosos hallazgos de fósiles de homínidos esclarecedores unos y polémicos otros, como el famoso hombre de Piltdown, falsificación científica que tardó 40 años en desvelar su carácter fraudulento, desde 1912 a 1953.

Al hablar de "evolución" los biólogos  y los paleontólogos quieren decir que, con el paso del tiempo, el cambio de las frecuencias génicas de las poblaciones produce nuevas especies a lo largo de generaciones. Charles Darwin denominó a este fenómeno "descendencia con modificación", un proceso lento que suele actuar a lo largo de millones de años. Por ello, Darwin evitó nombrar la palabra "evolución" en la primera edición del Origen de las Especies (1859) y hasta la sexta edición (1872) no la usa. Ello tiene su explicación:

a)      en tiempo de Darwin era sinónimo de preformacionismo, proceso de desarrollo previsto del embrión (uno de los temas más batallados en el siglo XIX[1]).

b) en tiempo de Darwin, la palabra "evolución" significaba "cambio a mejor" y la evolución darwiniana no tiene sentido progresionista.

c) en tiempo de Darwin, la palabra "evolución" significaba algún tipo de diseño previo de hacia dónde se encaminaba algún proceso. Y esa no era la idea de Darwin.


[15]  COLEMAN, W. (1983)  La biología en el siglo XIX. Problemas de forma, función y transformación. Fondo de Cultura Económica, México, 350, pp.64-ss; Giordan, A. y otros (1988) Conceptos de Biología, 2, 57 ss.


El concepto clave de la teoría darwinista de la evolución humana es el de selección sexual.   

a) Los humanos, al igual que los demás seres vivos, están sujetos a las leyes inflexibles de la naturaleza y por ello, el cambio orgánico irreversible está guiado por la lucha por la existencia y la selección natural con la supervivencia de los más aptos.

b) La humanidad (aunque entonces no lo podía documentar con fósiles) apareció en un momento histórico por un proceso de cambio orgánico sin concurso de otros elementos (Dios no aparece  por ninguna parte)

c) Los humanos no son otra cosa que primates más evolucionados. La selección natural ha ido conduciendo a la humanidad desde el estado de primate, hasta el de salvaje, y llegar al civilizado como estadio superior de la evolución.

d) Las comportamientos humanos (o culturales) son el resultado de un proceso biológico. Por evolución  nacieron las instituciones culturales (familia, lenguaje, los valores, incluso lo que se llama religión).

e) En el contexto de Darwin hay siempre la conciencia de que hay culturas más evolucionadas que otras, más aptas para sobrevivir (como es la de los civilizados). Por ello, suelen ser etnocentristas.

 2.4  Una larga historia de intolerancia entre Evolución y Creación humana

            La historia de las relaciones entre las ciencias y las religiones ha sido, con frecuencia, tumultuosa y atravesada de prejuicios que han impedido el encuentro. Tal vez, la raíz de algunas de las actuales actitudes intolerantes haya que buscarlas en la última parte del siglo XIX, tanto en Europa como en España.

            Un momento significativo fue cuando en 1874 se publicó en Inglaterra la primera edición de un libro polémico en el que se resaltaban de forma intolerante y sin posibilidad de solución los conflictos entre los conocimientos que dan las Ciencias y las Religiones. Se trata del libro de John William Draper titulado Historia de los conflictos entre la Ciencia y la Religión.
            La publicación del libro de Draper venía, pues, precedido por una estruendosa polémica en la que, más allá de la argumentación científica, se enfrentaban dos modos de entender el ser humano, dos concepciones del mundo, dos modos de interpretar la realidad. En el fondo, entraban en conflicto dos posturas religiosas, ideológicas y políticas que se antojaban irreconciliables: por una lado, la postura científica y progresista, tachada de materialista, darwinista y atea, y que relegaba al ser humano a
un simple animal; y por otro lado, la postura religiosa, conservadora, espiritualista, antidarwinista y creyente, que consideraba la dimensión espiritual del ser humano. 

2.5 Antidarwinismo visceral en España en el siglo XIX

            En España, los debates sobre el darwinismo, el origen animal de lo humano  y el libro de Draper llegaron más tarde, pero brotaron también bajo el signo de feroz confrontación entre las dos posturas citadas a las que se añadía la pasión religiosa de los participantes. A pesar de que ya a finales del período isabelino se había comentado en España la teoría de Darwin, la difusión y debate sobre el evolucionismo en la comunidad científica española no se inició hasta el llamado Sexenio Revolucionario (1868-1874)[16].

El ambiente social, político y religioso que se refleja en la excelente novela de Clarín, “La Regenta”, expresa muy bien tal contexto. Sin embargo, a pesar de que en Europa los debates giraban en torno a las ideas contenidas en El Origen de las Especies, la primera traducción al castellano de obras de Darwin fue denominada aquí con el título El Origen del Hombre. La selección natural y la sexual, que apareció en Barcelona en 1876 en versión recortada. La traducción de la edición inglesa de El Origen de las Especies no se publicó hasta 1877[17].

A principios del siglo XX, diversas editoriales como Sempere en Valencia o Atlante, Maucci y La revista Blanca en Barcelona, lanzarán grandes tiradas a precios populares de las principales obras de Darwin. De El Origen del Hombre se editaron 6.000 ejemplares en 1902, a la que siguieron otras seis con un total de 56.000

[16] Hay una bibliografía abundante. F. PELAYO, Ciencia y creencia en España durante el siglo XIX. CSIC, Madrid, 1999, Cuadernos Galileo de Historia de la Ciencia, núm. 20, 377 pág.; D. NÚÑEZ, El Darwinismo en España. Madrid, 1977, Edit. Castalia, pág. 7-58; F. GARCIA SARRIÁ, El Darwinismo. Conferencias pronunciadas en el Casino de Oviedo en los días 25 de febrero, 4 y 11 de marzo de 1887 por Genaro Alas. University of Exeter, 1978, Introducción, páginas V-LIII); T. GLICK, Darwin en España. Barcelona, 1982, Ediciones Península; J. C. GRANADOS CASCOS,  Los orígenes de la polémica darwinista en España. Arbor, Madrid,  tomo CXIII, núm. 441-442, (1982) 151-173; J. JOSA, “Introducción”, en: Charles Darwin, El Origen de las Especies, Madrid, 1988, Espasa Calpe, 13.34; L. SEQUEIROS. Producción científica paleontológica española en el siglo XIX. impacto de la modernidad.  Actas II Congreso Soc.Españ.Hist.Ciencia (Jaca, Huesca, sept.1982), Zaragoza, 1984, tomo II, pp.453‑468; L. SEQUEIROS, Impacto del darwinismo en la paleontología española: Juan Vilanova y Piera (1821‑1893). Actas II Congreso Soc.Españ. Hist.Ciencia (Jaca, Huesca, sept. 1982), Zaragoza, 1984, tomo I, pp.523‑538
[17 D. NÚÑEZ, opus cit., 24-31.


ejemplares. De El Origen de las Especies se editaron 6.000 ejemplares en 1903, seguida de seis más con un total de 34.000 copias[18].

Esto explica la actitud ferozmente antidarwinista que mostró la revista jesuítica Razón y Fe desde su fundación en 1901[19]. En esos años, los textos a favor y en contra del darwinismo están atravesados de apasionamiento, primando las posturas previas y la agresión por encima del deseo de diálogo y comprensión de las posturas de los demás. Toda una lección de lo que no debemos hacer. La respuesta apologética de la Iglesia española del siglo XIX y parte del XX a las ideas darwinistas y evolucionistas ha sido estudiada por el profesor Francisco Pelayo[20].

Varios son los puntos en los que obispos y teólogos se oponen a las ideas evolucionistas sobre la condición humana: 1) se opone a la doctrina de la Biblia, promoviendo una visión materialista del hombre; 2) se opone a la idea creacionista y niega al Dios creador, por lo que es una visión atea; 3) se opone a la existencia de la Providencia de Dios que tiene un designio (diseño) divino que es negado y sustituida por la selección natural; 4) se opone a una visión teológica del ser humano rebajándolo a la condición de animal; y 5) se opone a la existencia del pecado original.

Estos son los argumentos que se esgrimen por los estamentos eclesiásticos de la época. Estos argumentos no son exclusivos de España, puesto que en 1860 (un año después de la publicación de El Origen de las Especies (1859), el sínodo provincial de Colonia proclama que la evolución “es contraria a la Sagrada Escritura y a la fe”[21]. El sector más conservador de la Iglesia española unió sus fuerzas contra esta teoría. Incluso, los argumentos esgrimidos procedían de fuentes científicas antidarwinistas (que sí las hubo, y fuertes), como Vilanova y Piera (catedrático de Paleontología en Madrid[22]), Louis Agassiz, Brongniart, el suizo Ch. T. Aeby, y otros. Entre las críticas más “ilustradas” al evolucionismo darvinista citemos la figura de fray Zeferino González (1831-1894), cardenal- arzobispo de Sevilla. En sus Estudios religiosos, filosóficos, científicos y sociales (1873) describe el darwinismo como materialismo
 

[18] D. NÚÑEZ, opus cit., pág. 26-27.
[19] L. SEQUEIROS. Las ciencias en España (1901-2001): un siglo en compañía de Razón y Fe. Razón y Fe, 243, núm. 1231 (2001), mayo, 477-485.
[20] F. PELAYO, opus cit., 307-340.
[21] H. JEDIN, Manual de Historia de la Iglesia. Herder, Barcelona, 1978, VIII, 875, nº 26.
[22] He tratado este autor en L. SEQUEIROS, “Impacto del darwinismo en la paleontología española: Juan Vilanova y Piera (1821‑1893)”. Actas II Congreso Sociedad Española de Historia de la Ciencia  (Jaca, Huesca, 1984), tomo I, pp.523‑538.


disfrazado[23]. Zeferino González fue uno de los participantes en el Primer Congreso Católico Nacional Español, celebrado en Madrid en 1889. Allí atacó a los prehistoriadotes y sus métodos lo que provocó una ruda polémica con José Rodríguez Carracido (1856-1928) catedrático de Farmacia de la Universidad Central. 

2.6 La traducción española de la obra de Draper y su difusión

            En este clima tenso se publica en España la traducción del libro de Draper[24] en el que se reafirma con casos concretos la imposibilidad de conciliar la ciencia moderna con las creencias religiosas. La primera edición castellana es de 1876 y fue traducida directamente del inglés por Augusto T. Arcimis y se agotó rápidamente. La primera edición española del libro de Draper incluye un prólogo del almeriense de Alhama, Nicolás Salmerón, filósofo y político "revolucionario". Luego se volvió a editar en 1885, 1886 y 1888. Más tarde, a principio del siglo XX, editoriales como Sempere (o su sucesora, Prometeo) y Maucci, vinculadas a los medios republicanos y anarquistas, hicieron amplias tiradas de la misma  a precios populares (una peseta de entonces). La primera edición que hizo Sempere apareció en 1903, con traducción de A. Gómez Pinilla.

            En esos años tuvo una amplia difusión como una herramienta de transmisión de las ideas materialistas, ateas y progresistas que se pensaban incompartibles con cualquier concepción religiosa del mundo. En esos años, la ciencia y la religión caminaban por caminos no solo divergentes sino también incompatibles.  

3. ELEMENTOS PARA UNA SOLUCIÓN DIALOGADA

3.1 La creación y la evolución no son incompatibles: hay un falso dilema

Es necesario insistir en la necesidad de no confundir los ámbitos de explicación de los acontecimientos naturales y ceñirse a lo que explica la teoría de la evolución, desligándolo del marco más general o más amplio que puede plantear el origen del Universo, que aun hoy plantea un inmenso enigma para la ciencia. Por ello, lo primero que hay que señalar es que la creación y la evolución son asuntos diferentes.

23] C. GONZÁLEZ, Estudios religiosos, filosóficos, científicos y sociales. Madrid, Policarpo López, 1873, I, 302-320; también en “El darwinismo” Historia de la Filosofía. Madrid, 1886 (2ª edic.), 274-285; La Biblia y la Ciencia. Sevilla, 1891, 180 ss. D. NÚÑEZ, opus cit., pág. 97ss, 99ss, 179ss, 223ss, reproduce algunos textos antológicos
.
[24] J. W. DRAPER. Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia. Madrid, 1876; La segunda edición está fechada en el Establecimiento tipográfico de Ricardo Fe, 1885. La traducción es de Augusto T. Arcimis y tiene un extenso prólogo de Nicolás Salmerón. De esta edición se ha publicado el facsímil consultado: Editorial Alta Fulla/Mundo Científico, Barcelona, 1987, con un prólogo de Diego Núñez.



Que la evolución como teoría científica no explica la creación del Universo, ni el origen de la Tierra, ni siquiera el origen de la vida, sino solo la variación de los seres vivos, la diversidad de la vida a lo largo del tiempo desde hace algo menos de 4.000 millones de años.

San Agustín (354-430)afirmaba que «Dios creó el mundo con el tiempo y no en el tiempo, de modo que Dios, eterno, queda fuera del tiempo". Algo que no puede rebatir la ciencia, pues en el modelo cosmológico, la ciencia corrobora que la materia, el espacio y el tiempo son indisociables y que con la explosión primordial surgió todo, se originó el Universo, el espacio y el tiempo. Dicho lo anterior es preciso señalar que la teoría de la evolución tiene su parcela en el último tercio del tiempo transcurrido desde la creación del Universo y por lo tanto no se plantea cómo debió ocurrir el origen de la materia, ni siquiera el origen de la vida. El tiempo forma parte inseparable de la historia del Universo y nace justo con la creación, mientras que la evolución de los seres vivos es algo que, hasta donde sabemos, tiene lugar solo en nuestro planeta tras una larga etapa prebiótica. De este modo, la creación y la evolución son dos fenómenos diferentes separados en el tiempo. No hay porque extender la explicación causal del origen y la variación de los seres vivos a etapas anteriores, ni tampoco negar la posibilidad de llegar a conocer algún día qué debió suceder hasta llegar al origen de los seres vivos. Algo que es compatible con una profunda transformación desde moléculas sencillas, aunque sorprenda el cúmulo de acontecimientos que debieron ocurrir en un corto periodo de tiempo de unos cientos de millones de años, desde que se consolidó la corteza terrestre, aproximadamente hace 4.400 millones de años.
Un hecho a tener en cuenta es que si bien la teoría de la evolución no abarca aspectos propios de la explicación causal del origen de la materia o del espacio, adquiere todo su realismo y hasta su sentido, como prolongación de dichos acontecimientos extraordinarios. Es evidente que aunque la teoría de la evolución no se refiere a los acontecimientos anteriores a los seres vivos, éstos son herederos y consecuencia del mismo impulso creador que tendría su origen en la gigantesca explosión conocida como "big-bang". La aparición de los primeros seres vivos se entiende hoy como el fruto de unas transformaciones sorprendentes de la materia inorgánica, como algo procedente del mismo envite creador, consecuencia del dinamismo y de las propiedades con que surgió la materia.

3.2 Respetar el principio de demarcación de las ciencias y de la teología

En realidad, no existe contradicción en los ámbitos específicos y distintos con los que la ciencia y la teología explican el misterio de la creación de la materia, el Universo y la vida. la Ciencia nos describe el cómo es el mundo: la Teología nos revela la causa, Galileo decía: la Ciencia nos dice COMO es el cielo: la Teología, nos enseña cómo SE VA al Cielo. De este modo, dos de las cualidades inherentes al ser humano, el sentido de trascendencia y la búsqueda de una explicación por medio de la razón, encuentran satisfacción complementaria en el esclarecimiento de la creación. Nuestro sentido de la trascendencia nos lleva a admitir una intervención sobrenatural en la creación, mientras que la ciencia explica que en el origen de todo hubo una gran explosión seguida de la expansión de las partículas subatómicas, la formación de los átomos, el enfriamiento de las masas gaseosas y la condensación en miríadas de astros, en uno de los cuales, en un pequeño planeta de un suburbio del inmenso espacio nos encontramos nosotros, producto final de una extraordinaria y complejísima cadena de sucesos.
Por otra parte, la teoría de la evolución, como todas las teorías científicas, es completamente neutra en lo que concierne al pensamiento religioso. No surgió para oponerse a una idea de trascendencia sino para explicar un fenómeno natural como es el de la diversidad espacio-temporal de los seres vivos. Es curioso constatar que en el momento actual vivimos un cierto reencuentro por parte de muchos científicos con la religión, y que este reencuentro se da más entre los físicos, particularmente los físicos teóricos, que entre los biólogos moleculares. Tal vez por el reconocimiento en un poder infinitamente superior en el origen de la materia y del Universo, del que puede explicar la aparición de la vida y su diversificación a base de modificaciones graduales de los genes y los genomas. De este modo, el físico se enfrentaría al enigma del paso de la nada al todo, mientras que el biólogo molecular ha adquirido una posición de poder manipulador sobre una naturaleza que nos ha revelado los secretos de su plasticidad.
Lo cierto es que el ámbito de análisis de la realidad del Universo, el mundo y la vida, la metodología utilizada para comprender su origen es diferente para la ciencia, la filosofía y la teología, aunque todos persigan el mismo fin y traten de comprender el sentido de la existencia. De esta manera queda reivindicado el principio de demarcación, que establece los ámbitos específicos de actuación de todas las ciencias, que en el caso de las positivas no admite ningún modo de pensamiento que se aparte de la FALSACIÓN (Popper). Llevado a su extremo de negar cualquier otra realidad supone caer en el Cientificismo, que al darle la espalda a la filosofía y la teología renuncia a la legítima y necesaria búsqueda de explicaciones de todo aquello que hoy no sabemos y la ciencia no es capaz de explicar.

3.3 La creencia en el Dios Creador de los textos del Génesis no se opone a la teoría de la evolución

Algunos encuentran un punto de dificultad en la admisión de la teoría evolutiva por razones religiosas, y más en particular en el contexto de la tradición cristiana. El Génesis no debe suponer una dificultad, ya que el relato bíblico no es un libro de ciencia, ni expone una relación cronológica exacta de los hechos de la creación del mundo, ciertamente no de forma súbita ni simultánea para todos los seres, sino de manera ordenada y sucesiva hasta llegar al hombre. Se trata de un relato sobre el origen de todo basado en la Revelación divina, adaptado en cuanto a la expresión literaria a la forma de pensar de la época en que fue escrita.

Ya el viejo Profesor de Teología de la Universidad de Munich Romano Guardini (1885-1968), en su obra póstuma, recogida a finales de los años sesenta, expresaba lo siguiente sobre el Génesis: "No podemos tomarlo como texto científico al estilo de los que presentan nuestros manuales y tratados. Lo cual no significa que sean algo fantástico o arbitrario. Sería un esfuerzo vano, si como era habitual hace unos decenios, se quisiera armonizar las distintas ideas de los relatos de la creación con los resultados de la ciencia natural de cada época...."


Dejando por sentado el respeto debido a los avances científicos en materia de evolución, es necesario añadir que también debe ser respetado el derecho a la duda en aquellas cuestiones que la ciencia no ha llegado a resolver experimentalmente. En este sentido hay que reconocer que sigue siendo un misterio insondable el origen de la materia que está en la base de la comprensión de todo cuanto nos envuelve. 
La ciencia es demostrativa no intuitiva. Su campo de aplicación es el del estudio de los fenómenos naturales y dado que hay fenómenos naturales que por ahora se escapan a la experimentación o a la demostración empírica, no se puede ni se debe entrar en polémicas sobre cualquier idea que trate de dar una explicación, incluso sobrenatural, simplemente porque se aparta del método de análisis habitual de la ciencia. Deben cuando menos respetarse las ideas que traten de explicar cualquier fenómeno de la naturaleza que permanezca científicamente inexplicado, sencillamente porque la cualidad más genuina del ser humano, la razón, le induce a buscar respuestas a todo lo que le obsesiona.
Es por tanto fundamental señalar que los descubrimientos científicos no han de ser desatendidos o ignorados por quienes mantienen a ultranza una lógica de trascendencia de la existencia de cuanto nos rodea, del mismo modo que no es propio de la ciencia despreciar o ignorar cualquier idea que escape a su ámbito de actividad, al menos hasta que no se demuestre lo contrario.

Sorprende por lo tanto el hecho del enfrentamiento del creacionismo y el evolucionismo como dos corrientes incompatibles, cuando en el fondo ambas se refieren a fenómenos diferentes y en cierto modo se complementan en la visión del mundo del hombre actual. El punto inexplicado por la ciencia no es el de la capacidad de modificación y aun complicación de las formas de vida, sino de la procedencia de todo, y ahí es donde encuentra su sentido la creencia en un Dios creador. A esto se refería Isaac Newton (1642-1727) cuando afirmaba: El conjunto del Universo no podría nacer sin el proyecto de un ser inteligente
En resumen, en cualquiera de las vertientes de la actividad intelectual humana, deben quedar al margen los prejuicios y ha de haber voluntad de analizar y en su caso, acomodar el pensamiento a las verdades que nos ayudan a comprender el mundo que nos rodea. Muchos científicos y grandes pensadores han adecuado su fe en un Dios creador a la evidencia de la evolución y de los grandes descubrimientos sobre la diversidad y complejidad de los seres vivos. Este es también mi punto de vista. No tenemos porque negar la existencia de un Dios creador de todo lo que nos rodea y nos maravilla, sino maravillarnos de que lo que nos rodea es precisamente el fruto del impulso creador y la capacidad de evolución con el que Dios lo creó todo desde el principio de los tiempos. Es a lo que se refería el Cardenal John Henry Newman, contemporáneo del propio Darwin. ¿Por qué ha de haber incompatibilidad entre dos realidades como la creación y la capacidad de evolución de aquello que fue creado?. La aparición del Universo, la Tierra, la vida y el hombre son realidades tangibles e incuestionables, aunque el origen de todo no haya sido explicado científicamente. La evolución de la naturaleza es una realidad irrefutable aunque contradiga la literalidad de un texto que en ningún modo trata de ser un tratado científico.
En mi opinión, no tiene sentido expresar dudas sobre la capacidad de variación genética de las formas de vida, que es lo que llamamos evolución, que queda perfectamente explicado con los grandes avances de la Biología del siglo XX, solo porque no somos capaces de dominar una teoría científica semejante para explicar el origen del Universo. Es más si nos maravillamos con el orden de la Naturaleza, que hemos ido desvelando, es porque la razón última del origen de todo queda oculto a lo que somos capaces de entender y ante esta situación, sigue siendo perfectamente válida una concepción que trasciende la ciencia.

3.4 La Ciencia y la religión dan perspectivas complementarias de la realidad:
“La Ciencia sin Religión es coja, y la Religión sin Ciencia es Ciega” (Einstein parafraseando a Inmanuel Kant
El gran físico cuántico Werner Heisenberg (1901-1976), premio Nobel por su aportación en los avances de la mecánica cuántica, afirmaba Creo en Dios y que de Él viene todo. Las partículas atómicas gozan de un orden tal que tiene que haber sido impuesto por alguien. La teoría del mundo creado es más probable que la contraria desde el punto de vista de la Ciencias Naturales. La mayor parte de los hombres de Ciencia que yo conozco ha logrado llegar a Dios.
Uno de los fundadores de la moderna física, premio Nobel por sus aportaciones en el campo de la mecánica cuántica, Max Planck ( 1858-1947) participaba de una opinión parecida: No se da contradicción alguna entre Religión y Ciencias Naturales; ambas son perfectamente compatibles entre sí.
En la misma línea de pensamiento se sitúa Albert Einstein (1879-1955), el más importante físico teórico, también galardonado con el Nobel por haber dado una explicación satisfactoria a la existencia del Universo a gran escala con su teoría de la relatividad. Einstein afirmaba que la Ciencia sin Religión es coja y la Religión sin Ciencia es ciega. Me basta reflexionar sobre la maravillosa estructura del Universo y tratar humildemente de penetrar siquiera una parte infinitesimal de la sabiduría que se manifiesta en la Naturaleza para concluir que Dios no juega a los dados. El científico ha de ser un hombre profundamente religioso".
El elenco de físicos que comparten opinión con los indicados es innumerable, por lo que baste con los citados para revelar lo que podría ser una postura más generalizada de lo que algunos pretenden. Pero dado que los ejemplos señalados corresponden a una época que podría considerarse obsoleta o superada, debemos señalar que todo cuanto aquellos autores descubrieron a principios del siglo XX sigue vigente a comienzos del XXI y que no hay ningún dato nuevo que añadir a los fundamentos científicos en que basaban sus afirmaciones en materia de fe en un Dios creador.

4. LAS RELACIONES ENTRE EVOLUCIÓN Y CREACIÓN EN ESTOS ÚLTIMOS AÑOS
Los tiempos han cambiado. Hoy los científicos son más comprensivos y dialogantes y los teólogos han modificado muchas de sus posturas. Prueba de ello es la opinión que Juan Pablo II expresa sobre la evolución en su discurso a la Academia Pontificia de Ciencias en 1996, en la que decía que “la evolución ha dejado de ser una mera hipótesis”. Y citamos también las palabras de Juan Pablo II en 1987 con ocasión  del centenario de la publicación de los Principia de Newton (que aparecieron en 1687):  "la ciencia puede purificar a la religión del error y de la superstición; la religión puede purificar a la ciencia de idolatría y falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra hacia un mundo más amplio, en el que ambas puedan florecer".

            Estas palabras han sido para muchos de los presentes un estímulo al difícil trabajo que realizamos.

            ¿Hay alguna salida? Me voy a referir a los conflictos en que están implicados los aspectos religiosos. Tal vez uno de los autores más clarificadores es Ian G. Barbour en su libro When Science meets Religion.[25] Siguiendo al profesor Ian G. Barbour[26], se han dado históricamente  cuatro posturas en el modo de abordar las relaciones problemáticas entre evolución humana y creación humana: Son estas cuatro las posturas: conflicto,  independencia, diálogo y encuentro. Si se recorre la historia de las Antropologías positivas y filosóficas se encuentran planteamientos que suponen un reto para la visión cristiana tradicional del ser humano. A finales del siglo XIX, las ideas de Darwin supusieron un duro argumento contra el argumento de la creación bíblica y la teoría del “diseño o designio divino” de la creación[27].

            Pero vamos a un planteamiento más amplio: ¿por qué hay conflictos dentro de la ciencia y de la teología entre posturas innovadoras y posturas reaccionarias? Eso ha existido siempre. Y no solo ahora. Efectivamente, ha habido conflictos, pero hay que matizar los extremos. Es necesario reconocer, si se recorre la historia de las ciencias y de las teologías desde finales del siglo XIX, que las ideas reaccionarias contra todo lo que supone innovación científica, ha provocado múltiples conflictos. Y uno de los casos conflictivos se produce entre evolucionismo y fijismo.

            Entre las posturas extremas está la de los que aceptan la posibilidad de que los procesos históricos del universo y del planeta, tanto los procesos geológicos como los biológicos den lugar a la aparición de elementos nuevos de carácter irreversible. La aceptación, desde las ciencias, de aparición de “novedad” histórica en la naturaleza con carácter irreversible es lo que llamamos “evolución” en una primera aproximación. Frente a la postura ampliamente “evolucionista” (que no hemos de identificar con la


25]  I. G. BARBOUR  When Science meets Religion Harper, San Francisco, 2000, 205.. Traducción española de 2003, Cuando la ciencia se encuentra con la religión. Editorial Sal Terrae, Santander.
[26] Para una visión amplia del pensamiento y la obra de Ian G. Barbour, ver: J. MONSERRAT, Ciencia, filosofía del proceso y Dios en Ian G. Barbour. Pensamiento, UPCO, 60, 226 (2004) 33-86. Este trabajo se completa con estos dos del mismo autor: J. MONSERRAT, Ciencia, bioquímica y panenteísmo en Arthur Peacocke. Pensamiento, UPCO, 61, 229 (2005) 59-76; J. MONSERRAT, John Polkinghorne,  ciencia y religión desde la física teórica. Pensamiento, UPCO, 61, 231 (2005) 363-293.
[27] I. G. BARBOUR (2004) El encuentro entre ciencia y religión. Sal Térrea,173-214.


“darwinista”) situamos la postura de aquellos que se oponen al hecho natural de los cambios irreversibles en la naturaleza. Clásicamente se los denomina como “fijistas”.  ¿Hay alguna salida? Al principio de este trabajo me he referido a la figura de Ian G. Barbour. Sistematiza su postura en su libro ya citado en su traducción española de 2003, Cuando la ciencia se encuentra con la religión (editado por Sal Terrae). 
            Vamos a ver cómo se sitúan las posturas en las relaciones entre Creación humana y la Evolución humana. Son cuatro las posturas: conflicto,  independencia, diálogo y encuentro. 

1) LA POSTURA DEL CONFLICTO: “LA EVOLUCIÓN ESTÁ CONTRA LA CREACIÓN”

            Para un grupo de científicos (como el citado Sampedro, e incluso muchos científicos del equipo de Atapuerca[1]) es imposible que Evolución y Creación puedan acercarse. Son posturas irreconciliables. Durante mucho tiempo, la postura de las Iglesias fue también de conflicto sin componendas.
De alguna manera, son tres los grandes retos de algunas ciencias a las concepciones religiosas de la condición humana, de los que tratamos en la anterior conferencia:

1)      El biologicismo reduccionista: el biólogo evolucionista Daniel Dennett. En La Conciencia explicada: una teoría interdisciplinar (1991, castellano 1995) intenta mostrar que sólo el materialismo explica los fenómenos mentales.

2)      El instintivismo etológico (La genética conductual)  niega la posibilidad de la libertad humana al estar determinados por los genes. Frente a los defensores de la libertad humana, la genética de la conducta intenta mostrar a partir de estudios de casos (como es el de los gemelos) que hay un determinismo genético. Aquí encontramos a Richard Dawkins.

3)       El gemeticismo sociobiológico (La Sociobiología): postula que la llamada “moral humana” se ha construido por selección natural y va encaminada a la supervivencia de los genes. Edward O. Wilson (Sociobiología: la nueva síntesis, 1976, castellano, 1980) desafía al pensamiento religioso tradicional.  


[27] I. G. BARBOUR (2004) El encuentro entre ciencia y religión. Sal Térrea,173-214

28] Para una crítica, tal vez poco comprensiva, con los científicos de Atapuerca, ver R. BERZOSA, opus cit.


2)  LA POSTURA DE LA INDEPENDENCIA: “LA EVOLUCION Y LA CREACIÓN SON TEORÍAS PARALELAS QUE NUNCA SE ENCUENTRAN”

            Hay científicos respetables que opinan que las afirmaciones “científicas” y las afirmaciones “religiosas” sobre evolución-creación humanas son independientes, y por ello, nunca habrá conflicto. Esta postura de “independencia” es defendida por el prestigioso paleontólogo americano fallecido en 2002, Stephen Jay Gould[29]En el dualismo clásico cuerpo-alma, ésta se supone inmaterial y no accesible a la investigación científica. Desde el punto de vista científico, algunos (W. Penfield El misterio de la mente, 1877; John Eccles y Karl Popper El yo y su cerebro, 1993) hablan del dualismo mente-cerebro.

 

3) LA POSTURA DEL DIÁLOGO: “LA EVOLUCIÓN HUMANA Y LA CREACIÓN DIVINA TIENEN COSAS QUE DECIRSE”

            La tercera postura de los científicos ante el conflicto evolución-creación, es el diálogo. Los teólogos y los científicos han criticado el dualismo cuerpo-alma y han elaborado independientemente (y también tras el diálogo) algunas alternativas, más allá del conflicto y de la independencia. El diálogo no lleva necesariamente al acuerdo, pero sí a la aceptación de las diferencias.

Hay tres temas de diálogo entre disciplinas: las neurociencias, la antropología y el yo social, la comparación entre el ordenador y el cerebro (las teorías del procesamiento de la información).

1)      Las neurociencias y el yo corporeizado: Algunos psicólogos y teóricos de la ciencia elaboran modelos similares en los que es el ser humano como un todo el que conoce y se relaciona. Aquí hay un autor clave: Antonio Damasio (El error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro humano, 1994, cast. 2003) Aquí hay un campo de diálogo fecundo. Por otra parte, algunos teólogos intentan recuperar la visión bíblica del YO como actividad unificada de pensamiento, sentimiento, volición y acción.

La Antropología y el yo social: otro campo de diálogo entre ciencia y teología se sitúa en el debate social. la Biblia insiste en el ser social del hombre.

 

29] S. J. GOULD, Ciencia versus Religión: un falso conflicto. Crítica, colección Drakontos, Barcelona, 2000, 230 pág. Un comentario del mismo puede encontrarse en El País, Babelia, 20 mayo 2000, pág. 17.


1)      Los antropólogos y psicólogos insisten en el carácter social del ser humano, la capacidad simbólica.  Por otra parte, hoy hay teologías basadas en el carácter solidario y responsable del ser humano (H. R. Niebuhr, The responsible Self, 1963). Aquí puede haber un campo de diálogo fecundo.

2)      El ordenador y el cerebro: Los científicos (como por ejemplo, Francisco Mora y otros), partiendo de las teorías del procesamiento de la información y de la inteligencia artificial, pretenden mostrar la emergencia de la inteligencia como un proceso natural y evolutivo. La capacidad de decisiones libres por parte de las máquinas puede ser un campo interdisciplinar de interés para el diálogo. Desde la teología, se ha acudido con frecuencia a los modelos emergentistas como un modo de explicar de forma natural la aparición de la razón[30].

 4) LA POSTURA HACIA LA QUE HABRÍA QUE MARCHAR: LA DE LA INTEGRACIÓN o ENCUENTRO: “LA EVOLUCIÓN Y LA CREACIÓN RESPETAN LA AUTONOMÍA DE LA CIENCIA Y LA TEOLOGÍA, Y BUSCAN JUNTOS RESPUESTA A SUS PROBLEMAS”

            Los partidarios de la integración, acuden de modo más sistemática a las ciencias y se muestran dispuestos a realizar una profunda reconstrucción teológica. De alguna manera, hacen Teología de la Ciencia. Estos temas está siendo tratados con extensión y profundidad los grupos integrados en el Instituto METANEXUS para la Ciencia y la Religión (www.metanexus.net) que han publicado recientemente una buena serie de libros de los que se hace mención a través de la revista Science&Theology News[31].

Aquí presentamos tres ejemplos de integración: las visiones teológicas de la persona como organismo biológico a la vez que yo responsable; los análisis filosóficos de la mente y el cerebro como dos aspectos de un mismo proceso; y la comprensión de la personalidad en la filosofía del proceso.


[31] El profesor P. LAIN ENTRALGO, ¿Qué es el hombre? Evolución y sentido de la vida. (Premio Internacional de Ensayo Jovellanos, 1999) Ediciones Nobel, Oviedo, 240 páginas.
[32] Un trabajo reciente e interesante es: SCHMITZ-MOORMANN, K. y SALMON, J. F., Teología de la creación de un mundo en evolución. Editorial Verbo Divino, Estella, 2005, 295 páginas. Y también: T. PETERS Y H. MARTINEZ Evolution from Creation to New Creation: Conflict, Conversation, Convergence. Abingd on Press. (2005)  D. C. MATT God and the Big Bang. SkyLight Paths, Woodstock. (2004)  M. RUSE The Evolution-Creation Struggle. Harvard Univers. Press, Cambridge, Mass., (2005) 336 pág.;  Alister McGRATH Creation Minneapolis, (2005) 87 pág; J. POLKINGHORNE Science and Providence. God´s Interaction with the World. Templeton Foundation, (2005) 140 pág.


1)      Organismo biológico y yo responsable: Hoy hay un campo de encuentro desde la evolución para entender los teólogos y los científicos nuestra raíz biológica y nuestra diferencia responsable. Es la tarea de muchas antropologías filosóficas. Por otra parte, hay teólogos, como Philip Hefner, que afirman que los seres humanos somos cocreadores creados en un proceso de creación continua. Somos creaturas de la naturaleza y de la cultura, condicionados por los genes y por la historia. Como co-creadores, buscamos nuevos caminos.
2)
     
Mente y cerebro: dos aspectos de un único proceso: como veremos en otro lugar, los esfuerzos por entender de forma emergentista los procesos naturales (dentro del paradigma sistémico) clarifica y presenta un espacio de encuentro entre ciencia y religión[32]
3)
     
La filosofía del proceso: el filósofo Whitehead y sus seguidores (y en parte Teilhard de Chardin) sostienen que los componentes básicos de la realidad no son dos clases de sustancias perdurables (mente y materia, cuerpo y espíritu) sino una sola clase de acontecimientos con dos aspectos o fases. Mientras que las sustancias son estáticas, fijas, y no varían según el contexto, los acontecimientos (“events”) están constituidos por sus relaciones y sus contextos en el espacio y en el tiempo. En la realidad hay niveles jerárquicos de complejidad. En el curso del desarrollo histórico van apareciendo niveles de complejidad que de alguna manera ya estaban contenidos en las etapas anteriores. Algunos han querido ver aquí un preformacionismo biológico. Aquí tenemos otro amplio campo de diálogo y de encuentro.



32] La Asociación interdisciplinar José de Acosta (ASINJA) publicó en 1985 un volumen que sistematiza mucha de esta problemática.  A. DOU, editor; Mente y cuerpo. Editorial Mensajero, Biblioteca de Fomento Social, Bilbao, 34 (1985), 265 pág. Contiene, entre otras, esta colaboraciones: Barraquer Bordas, Ll. (1985). Aspectos neurológicos de la relación mente-cerebro. Calle, J. A. (1985). La dinámica cerebral desde la perspectiva de la inteligencia artificial. 185-194. Candela, J. A., Cañón, Hortal, A. (1985). Monismos, dualismos y emergentismos. 19-64. Font, J. (1985). Relación mente, cuerpo, entorno: la hipocondría; consideraciones que sugiero. 235-238. Hernández Espinosa, V. (1985). La relación mente- cuerpo en la clínica psiquiátrica.  219-234. Lorente, M. (1985). El problema mente- cerebro y la Física cuántica. 129-142. Núñez de Castro, I. (1985). Biología molecular de la memoria. 143-160. Pastor, F. (1985). Antropología paulina. 167-184. Riaza, F. (1985). Bergson y Teilhard de Chardin en el problema mente- cuerpo. 123-128. Riaza, M. (1985). La realidad unitaria del hombre según Zubiri.  195-218. Tornos, A. (1985). Estatuto epistemológico de los términos mente y cuerpo.  161-166.


CONCLUSIÓN

            Estas afirmaciones tan explícitas pueden sorprender a algunas personas con poca formación. Tengo la convicción de que muchos cristianos hoy, no es que tengan dudas de fe sino lo que suelen tienen es más bien ignorancia, falta de formación. Por eso, hoy en una sociedad abierta y secularizada es muy necesaria la formación humana y teológica, la lectura crítica, la reflexión y el intercambio de puntos de vista.

Desde esta postura no dogmática y abierta que hoy mantienen muchos científicos (sean o no creyentes), estimo que se está tendiendo una mano a las religiones y a los teólogos para hacer posible el diálogo. Este diálogo debe llevar a encontrarse y tender puentes de entendimiento respetuosos con la posición de cada uno. Nos unen más cosas de lo que parece. Y, con frecuencia, nos separan más las palabras que las realidades. Esto no quiere decir que todos los científicos evolucionistas estén dispuestos a aceptar lo que los teólogos puedan aportar y criticarles. Pero partimos de que ambos, científicos y teólogos, deben estar dispuestos a dialogar y a encontrarse.

            Estas palabras de Juan Pablo II, escritas en 1987, con ocasión del centenario de la publicación de los Principia de Newton (que aparecieron en 1687) son suficientemente expresivas y significativas de lo que deben ser los intentos de los cristianos bien formados que viven en una sociedad secularizada e impregnada por el pensamiento científico:  "la ciencia puede purificar a la religión del error y de la superstición; la religión puede purificar a la ciencia de idolatría y falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra hacia un mundo más amplio, en el que ambas puedan florecer".