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BENEVOLENCIA Confucio - Hipócrates- Jesús de Nazaret y la Benevolencia. Actualidad del Tema en la Bioética Contemporánea.
Dr. Antonio Dubravcic Luksic (Sucre Bolivia)
La palabra benevolencia tiene dos raíces: Bene, que significa bueno o bien y Volencia, que significa voluntad. Así se puede entender que la palabra en su todo tiene que ver con hacer el bien como una decisión voluntaria. El diccionario indica tres acepciones para Benevolencia: (1) Deseo de hacer bien a los demás. (2) Buena voluntad, caridad. (3) Un acto de bondad.
La benevolencia es el núcleo del pensamiento confuciano. Confucio enriqueció el contenido de la “benevolencia”; elevó a un nuevo nivel el significado de la “benevolencia”; planteó en términos bien definidos que la “benevolencia” significa “amar al hombre”; y expuso ulteriormente la idea de que “para ser benévolos, debemos hacer que otros vivan si queremos vivir y debemos ayudar a otros a lograr éxito si queremos alcanzarlo”. Para ser benévolos, “no hagamos al prójimo lo que no queremos que hagan a nosotros mismos”. Se trata de un profundo pensamiento filosófico del humanismo, pensamiento que penetra en todos los aspectos de la doctrina confuciana. Confucio subraya especialmente el valor y rol de la “benevolencia”, considerando que la “benevolencia” es una autocultivación indispensable para toda persona y también el principio que se debe observar para conquistar el país y gobernarlo. Sobre la base de abogar por la “benevolencia” y la “virtud”, Confucio procedió a plantear un ideal social llamado “la Gran Armonía”, la que es, en realidad, una sociedad en la cual el espíritu de “benevolencia” está plasmado plena y totalmente. Siendo difícil la materialización del ideal de “la Gran Armonía”, Confucio retrocedió para formular el ideal de “sociedad modestamente acomodada”, sociedad en que se lleva a cabo de manera preliminar el espíritu de “benevolencia”.
No es casual que desde hace más de 5000 años todas las religiones y disciplinas espirituales promuevan la práctica de la bondad. Para el Hinduismo: "El deber supremo es no hacer a los demás lo que te causa dolor cuando te lo hacen a ti". Buda insistió en este tema, advirtió sobre los males del egoísmo y la necesidad de practicar una sincera bondad para mejorar la vida. Recomendó a sus seguidores ser rectos, gentiles, humildes, pacíficos y calmados, irradiar amistad y librarse del odio y la mala voluntad, para lograr, según decía, que todos los seres, sin excepción, vivieran felices y en paz ". El judaísmo enseña: "Lo que para ti es odioso, no lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley; todo lo demás es un comentario". Para el Islam: "Ninguno de vosotros es creyente si no ama a su hermano como a sí mismo". Y el Cristianismo incita a la bondad en la parábola del Buen Samaritano y en muchos otros pasajes de la Biblia. En Corintios: “No debemos buscar tan sólo nuestro propio bien, sino también el bien de los demás”. En Colosenses: "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia".
Por otra parte, la práctica médica ha estado asociada con la máxima latina: "primum non nocere", " sobre todo, no hacer daño", que hoy se la califica como el principio de no-maleficencia. Beauchamp y Childress consideran que este principio es distinto del de benevolencia, ya que el deber de no dañar es más obligatorio que la exigencia de promover el bien. El daño que se hace a una persona es más rechazable que el no haber promovido su bien en ciertas circunstancias. de este principio se derivan para el médico normas concretas como "no matar", " no causar dolor", " no incapacitar física o mentalmente "...
El principio de autonomía se basa en la convicción de que el ser humano debe ser libre de todo control exterior y ser respetado en sus decisiones vitales básicas. Es un principio profundamente enraizado en el conjunto de la cultura occidental, aunque ha tardado en tener repercusión en el ámbito médico. Significa el reconocimiento de que el ser humano, también el enfermo, es un sujeto y no un objeto. Sin embargo, el reconocimiento de este principio no significa que la decisión moral no tenga en cuenta el bien de los demás; la autonomía no significa automáticamente que el paciente haga o elija lo que quiera. Más en concreto, el principio de autonomía significa en el terreno médico que el paciente debe ser correctamente informado de su situación y de las posibles alternativas de tratamiento que se le podrían aplicar.
Indiscutiblemente surgen conflictos entre los principios de benevolencia y autonomía. El médico puede pensar que la decisión tomada por un paciente, en principio competente, no es la que más le conviene para su salud o para su vida. En estos casos el médico puede tender a cuestionar la competencia del enfermo, ya que se piensa que un enfermo "normal" debe optar por lo más conveniente para su bien. En la resolución de estos conflictos se pueden percibir diferencias de raíz cultural: en USA se tiende a dar una mayor prevalencia a la autonomía del enfermo, mientras que en España se pone un mayor énfasis en el principio de benevolencia. En cualquier caso no podemos convertir en un absoluto el principio de autonomía: no se respetan las decisiones del enfermo, aunque sea competente, cuando son contrarias a las normas de la práctica profesional o a la ética del profesional médico, o si exigen recursos a los que el paciente no tiene un derecho especial.
REFERENCIAS
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