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MORAL Y SOCIEDAD DEMOCRÁTICA
Una palabra autorizada sobre la moral en España hoy.
Por José Luis Gutiérrez García.
INTRODUCCIÓN
Tres documentos.
Tres documentos de la Conferencia Episcopal Española constituyen el objeto del
análisis que sigue. Tres documentos que forman una estricta unidad temática,
mantienen crecida actualidad y aplican a España los principios y los criterios
de discernimiento crítico propios de la Doctrina Social de la Iglesia.
Primer documento: la Instrucción pastoral titulada La verdad os hará
libres sobre la conciencia cristiana ante la actual situación moral de nuestra
sociedad. De fecha 20 de noviembre de 1990, es el documento básico. Primero en
el tiempo, mayor en extensión y capital en cuanto a reflejo de situación y
contenido doctrinal1.
Segundo documento: la Nota de la Comisión Permanente de la CEE sobre la
situación actual. Sin título, corto en extensión, es continuación de la
Instrucción anterior.
Fecha 23 de febrero de 19952.
Tercero: la Instrucción pastoral de la Asamblea Plenaria de la CEE,
titulada Moral y sociedad democrática, del 14 de febrero de 1996. Continuación y
cierre de los dos documentos precedentes3.
Puede considerarse como prolongación, en sentido amplio, de esta terna
documental el texto de la LXXIII Plenaria de la CEE, que lleva como lema La
fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX. Fecha, 26 de noviembre
de 19994.
Cuestión previa.
De los documentos indicados sólo el primero tuvo eco en la información. En
general, sesgada, incompleta y en algunos casos claramente deformada. Sesgada,
por lo tendencioso. Incompleta, porque la prensa sólo atendió a la parte
descriptiva del documento y aun a ésta con mirada parcial. Deformada, porque
amén de la frivolidad acostumbrada,partió, en algunos diarios, de supuestos
claramente sectarios e incluso hostiles.
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1. Texto en Boletín Oficial de la
Conferencia Episcopal Española, n. 29, 7 de enero de 1991, pgs. 13-33.
2. Ibíd., n. 46, 18 de abril de 1995, pgs. 55-56.
3. Ibíd., n.50, 19 de abril de 1996, pgs. 88-97.
4. Ibíd., n. 62, 31 de diciembre de 1999, pgs. 100-106.
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No lograron tampoco la resonancia, que cabía esperar, en los circuitos de la
información doméstica, de la explicación y proyección eclesiales.
Y posteriormente han quedado cubiertos los tres por el acostumbrado silencio u
olvido, que en forma de férreas censuras particulares cae, dentro del limitado
mundo informativo español presente, sobre los grandes documentos de la
Jerarquía.
Hago esta indicación, porque estamos ante un caso más del curioso y lamentable
fallo que se observa en la comunicación interna de los documentos del
Magisterio, tanto pontificios como episcopales. No suelen llegar, en cuanto a su
genuino contenido, a la base del Pueblo de Dios. Y obsérvase insuficiente
atención incluso en algunos sectores de los estamentos canónicamente y
académicamente cualificados de la Iglesia en España.
Este fallo de comunicación ha sido comentado por S. S. Juan Pablo II en el
discurso que ha dirigido a la Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la
Fe el 18 de enero de 20025.
Cuanto el Papa dice de la recepción de las grandes enseñanzas pontificias y de
los demás documentos de la Santa Sede, particularmente de los emanados de la
referida Congregación, se aplica también a los documentos del episcopado español
y en concreto a los tres que paso a analizar y resumir.
No basta publicar documentos. Es necesario que se difundan, que se conozcan, ya
que sin este trámite informativo, y hablo en términos de estricta acción
pastoral, la vivencia de las enseñanzas queda mermada, cuando no eliminada. Y
con ello se corre el riesgo de reducir la predicación a una línea pietista,
meramente exhortativa, sin conocimiento claro, eclesialmente generalizado, de
los retos que nos envuelven y con la probable consecuencia de una cierta anemia,
no sólo doctrinal, sino además espiritual.
Tres matices para diferenciar los contenidos.
Conviene advertir tres matices en el contenido de estos documentos,
particularmente del primero, que envuelven sendas distinciones clarificadoras.
Primera distinción: Hay en los textos que analizo, una parte descriptiva
de situaciones, cuasi fotográfica, como retrato de estados sociales colectivos.
Y se da por otra parte un sector de carácter doctrinal, de enseñanza propiamente
dicha.
Segundo matiz diferencial: El primer documento está situado en cuanto a
la parte doctrinal en la plataforma de la fe revelada, que acoge y robustece el
cuadro de la moral natural. En cambio, el tercer documento trata el tema
doctrinal en sede preferentemente de moral natural.
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5. Véase L’Osservatore Romano, edición en
lengua española, 25 de enero de 2002, p. 4.
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Tercera distinción: En todos los documentos se dibujan dos zonas. Una,
dedicada a la decadencia moral que en la actualidad sufre la sociedad española.
Y otra, referida a la que puede denominarse autocrítica o examen de conciencia
intraeclesial. Son dos miradas:
la mirada “ad extra” y la mirada “ad intra”. Esta distinción es la que sigo en
la exposición de la Instrucción La verdad os hará libres.
Última nota previa. No estamos ante documentos de lamentaciones, sino de
crítica pastoral fundada, de reconocimiento sincero de situaciones negativas,
que no olvidan los datos positivos de nuestra sociedad, aunque subrayan los
reales aspectos negativos. Son documentos de movilización de las conciencias y
de autoexamen severo. No de lamentos,
sino de acción, como diría Pío XII.
LA INSTRUCCIÓN LA VERDAD OS HARÁ LIBRES
Expongo el contenido de este primer y capital documento, conforme a la pauta de
las dos miradas que acabo de indicar.
I. LA MIRADA SOBRE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA.
I. 1. Destinatarios, tema y causa de los documentos.
Se dirigen los obispos a todos los católicos. Y en general a todos los
españoles.
Nadie queda excluido. Cuanto se dice está a la vista de todos y para todos se
dice ( 2.68 )6. El tema se centra en la posición de la conciencia cristiana y de
la misma conciencia natural correctamente formada ante la actual caída de la
moral en la sociedad española.
Nótese por tanto que se habla de la entera comunidad, no sólo de la autoridad
pública. Gran parte del contenido del documento se refiere a la caída moral,
cada vez más generalizada, de la entera sociedad española.
En cuanto a las causas, hay que consignar, lo primero de todo, la causa
objetiva, social; y en segundo lugar, la motivación subjetiva o institucional de
este y de los otros dos documentos ( 1-3 y 68 ).
La causa objetiva viene impuesta por el creciente deterioro moral de la sociedad
española; por “la profunda crisis de la conciencia y vida moral de la sociedad
española”, que se ha producido “en los últimos tiempos”. Deterioro, “que se
refleja también en la comunidad católica” ( 1 ).
Conviene subrayar ya desde ahora la anotación o ubicación cronológica del hecho,
el trayecto temporal, durante el cual se ha ido gestando el daño. Tras el cambio
político, es decir, tras la llamada transición, con el dato constitucional y su
interna ambigüedad ( cf. 1.15.16.65 ).
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6. Los números incluidos en el texto entre
paréntesis remiten a la numeración interna de la Instrucción.
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Por lo que se refiere a la motivación subjetiva o institucional, se consigna “la
responsabilidad apostólica de los obispos” (1). Es en efecto obligación urgente,
grave e ineludible de los obispos “colaborar en la revitalización moral de
nuestra sociedad” ( 2;cf.1.52 ), “en la necesaria regeneración moral de nuestro
pueblo” ( 68 ), “en el rearme moral”( 68) y “en la recomposición del tejido
moral de nuestra sociedad” ( 64 ).
Declaración paladina: “No podemos permitir que la situación de deterioro
y vacío moral se perpetúe, como si ése tuviera que ser el destino inexorable de
nuestro pueblo” ( 68 ). Hay una moral objetiva, sin la cual no se da, ni puede
darse una democracia sana ( cf. 17). Hemos de oponernos a la corriente
desmoralizadora, por muchos que sean los poderes que la promueven. Hay que hacer
frente a la situación ( cf. 52,2 y 66,3 ).
I. 2. Descripción de la situación de deterioro moral.
Siguiendo la regla de la práctica médica, que con tanta frecuencia puede
aplicarse a las enfermedades del espíritu, así individuales como colectivas,
separo tres grupos de datos:
los del diagnóstico, la sintomatología, y la etiología o causas.
Diagnóstico genérico ( 4-5 ).
“Nos hallamos ante una sociedad moralmente enferma” ( 4 ), caída en un estado de
“amoralidad práctica, socialmente reconocida y aceptada”, en una situación de
“eclipse...de la conciencia moral” ( 6 ).
Por “la gravísima irresponsabilidad con que se ha actuado en nuestro país en
este campo” ( 20 ), “durante estos años se ha llevado a cabo un desmantelamiento
sistemático de la moral tradicional...Se ha sembrado el campo de sal” ( 15 ). No
puede disimularse “la gravedad de la situación” ( 52 ).
Dos comentarios. Uno: en los dos apartados que siguen, del documento, se
mezclan a veces los datos de la sintomatología y los datos causales. Procuro
deslindarlos, por claridad expositiva.
Segundo: la crisis es de toda Europa y de todo Occidente. Ha sido en
cierto modo importada, introducida por los mentores de la política de la
ruptura; y favorecida por la debilidad de ciertos sectores académicamente
cualificados de la Iglesia en España y fuera de España. La crisis no es
exclusiva de España. Es internacional.
Sintomatología de la crisis. ( 6-13.14-21 ).
En la Instrucción se recogen síntomas capitales, primarios; y síntomas
derivados,
como efectos colaterales de la enfermedad.
Síntomas capitales son:
- La desaparición de los criterios morales objetivos permanentes, válidos en sí
mismos. Desaparición, en la conciencia pública y por tanto en la política, de
las verdades o realidades absolutas. Relativismo moral, creciente escepticismo,
salvo en materia de dinero ( 7; cf. 22 ). Es éste “uno de los peores males de la
conciencia humana contemporánea” (16,2 )
- Permisividad ilimitada, permisivismo. Tolerancia sin fronteras ( 9 ).
Todo vale.
Todo lo legal es moralmente lícito y en lo legal puede entrar cuanto la política
admita ( 10 ). Lo que importa es el éxito y el bienestar sin trabas ( 18 ). La
moral depende únicamente de lo que diga la ley positiva. - La moral es asunto o
campo meramente privado. La vida pública, en todos sus sectores, tiene que
desligarse de toda norma moral anterior, superior,heterónoma ( 8.11.12 ). En
materia de decisiones de Estado, la moral nada tiene
que decir.
En consecuencia, se afirma que la moral católica es represiva,
retardataria y frena el impulso de la necesaria modernidad ( 13 ).
Como síntomas derivados se consignan determinados comportamientos sociales que
se están expandiendo como expresiones colectivas de los síntomas capitales.
- En lo informativo, proliferan “en los últimos tiempos”,- de nuevo la
indicación temporal -, muchas formas de manipulación degradante, por obra de
ciertos medios de comunicación social ( 15-16 ).
- En la política, “el poder a menudo es ejercido más en clave de dominio
y provecho propio o de grupo, que de servicio solidario del bien común” ( 17 ).
- En lo económico, se crea y se fomenta “una desmesurada exaltación del
dinero”.
“Se extienden la picaresca y el triunfo de los pícaros” ( 18 ).
- En lo moral, se desfiguran los valores; “se trivializa frívolamente la
sexualidad humana,...declarándola territorio éticamente neutro” ( 19 ); y se
favorece la instrumentalización degradante del cuerpo hasta límites demoledores.
- Se ha perdido el respeto a la vida humana, el sentido de veneración al valor
básico de la persona humana, que está en la base de todo comportamiento ético
correcto ( 20 ).
Etiología de la crisis moral.
La causa radical de la presente crisis es el secularismo, la mentalidad
laicista, promovida por los grupos rectores del llamado “dirigismo cultural”, el
cual propone un novísimo modelo de sociedad y un igualmente novísimo estilo de
vida, contrarios al orden natural y al orden cristiano y consiguientemente
contrarios a la identidad histórica de los pueblos. Es este secularismo
avasallador el gran impulsor del cambio, que por vía de ruptura se intenta
introducir en la sociedad y no sólo en el Estado.
La Instrucción descompone esta causa general en una serie de concausas,
distribuidas en dos grupos, determinados por la ubicación, extraeclesial o
intraeclesial, de cada una de tales subcausas.
- Se pretende eliminar a Dios del horizonte humano, en lo social y en lo
individual. “Dios es el gran ausente de la vida pública” ( 27 ). El hombre es
para el hombre el único dios. Nueva idolatría, nuevo Olimpo ( 28 ).
- En consecuencia, desaparece el hombre como sujeto portador, en su
dignidad trascendente, de valores eternos. Entra en crisis la realidad completa
de la persona humana ( 24.28 ). Se consagra la finitud humana ( 26 ). Se
deteriora y quiebra la libertad ( 23 ) y también el primado de la verdad
objetiva ( 22 ).
- Con todo ello se provoca la bancarrota de la razón, con la consagración
subsiguiente del instinto como regidor último y único del comportamiento ( 23 ).
El racionalismo inmanentista lleva al irracionalismo en la filosofía, al
subjetivismo en la moral, y al positivismo en la política y en el derecho ( 39
).
I. 3. Pronóstico y tratamiento.
Tras el diagnóstico de la enfermedad, el análisis de sus síntomas y de sus
causas, sobre todo de su gran causa, resulta certero el pronóstico moral sobre
la dolencia: seria gravedad. Pero también en lo social toda enfermedad colectiva
tiene su momento o período de crisis: puede derivar hacia la recuperación de la
salud o hacia la agravación del mal.
Para que la sociedad española recupere su salud moral, la Instrucción expone el
tratamiento adecuado, el cual consta de un conjunto homogéneo de medidas, de
cuya fiel observancia depende la suerte del enfermo, en este caso, de nuestra
nación.
Muy probablemente no disponemos de un documento que con tanto tino haya
diagnosticado nuestros presentes males morales y que con visión tan certera haya
fijado la medicación necesaria.
Entro con ello en la parte central de la Instrucción La verdad os hará libres,
en su zona principal, la cual no aborda todos los temas de la moral fundamental,
sino sólo algunos capítulos básicos.
Es esta la zona que mayor atención requiere y curiosamente es el sector que,
como he consignado antes, menos atención recibió en su momento de la información
española. Y no debe preterirse el hecho de que esta Instrucción anticipó
sustancialmente buena parte del contenido de la posterior encíclica de Juan
Pablo II sobre los fundamentos de la moral. Me
refiero a la Veritatis splendor.
I.4. La necesaria recuperación pronta de la moral.
Para esta recuperación en sociedades de tradición cristiana consolidada, como la
nuestra, la Instrucción ofrece un cuadro de medidas de moral natural y también
de moral revelada. Convicciones de razón y convicciones de fe, con clara
acentuación de estas últimas.
Las grandes realidades supremas.
Hay que recuperar y reforzar las grandes realidades supremas de la vida, que son
el fundamento objetivo de la moral natural y de la cristiana y se ven hoy
combatidas entre nosotros por el secularismo ( 36 ). Esta es la primera gran
medida de la medicación. Pero, ¿cuáles son estas supremas realidades de
necesaria recuperación pronta?
Primera, el sentido de lo divino: Dios, Creador y Redentor ( 37.38 ),
quien gobierna cielo y tierra, todo, absolutamente todo.
Segundo, la divinidad de Cristo y la redención por la cruz. Único
Salvador. Persona divina que ha asumido, en prodigio inefable de amor, una
naturaleza humana completa, para asombro admirativo de ángeles y de hombres. Es
la realidad suprema de la vida y del cosmos. Palabra, confiesan nuestros obispos
con devoción entrañable, que “no la podemos
olvidar, no la queremos silenciar, no la dejaremos morir” ( 3 ). “Heredero de
todo, por quien Dios hizo los siglos” ( Hebr 1,2 ), Cristo es “el principio
originario y la norma suprema de toda conducta humana” ( 38 ).
Tercero, la realidad completa del hombre: creado, redimido y amado
personalmente por Dios ( 38 ). Sujeto individual de derechos y deberes naturales
basados en Dios, no en los hombres. Deberes y derechos, que sin Dios no se
respetan. Portador de una dimensión social necesaria de servicio a Dios y a los
hombres. Con capacidad racional para conocer
con certeza la realidad objetiva ( 39 ).
El sentido de la libertad y de la conciencia.
Es la segunda medida de la receta recuperadora de la salud social.
Entre la libertad humana y la realidad se da una estrecha relación vinculativa.
La realidad ( = la verdad ) es requisito indispensable del ejercicio de la
genuina libertad ( 40 ).
El hombre, al actuar libremente, no puede desentenderse, no puede disociarse de
la realidad, del marco de referencias objetivas que lo condicionan y
responsabilizan.
Puede elegir el aceptar o el rechazar esa vinculación con la realidad. Si la
acepta, elige el bien. Plenitud de la libertad. Si la rechaza, elige el mal.
Quiebra de la libertad. Por eso, porque es responsable de su decisión libre, no
predeterminada, la persona humana es necesariamente sujeto moral ( 40 ).
La percepción subjetiva personal de esa relación objetiva entre la realidad y la
libertad tiene lugar en el campo de la conciencia ( 41 ), la cual dice lo que es
bueno y lo que es malo e incita a lo primero, o reprende por lo segundo.
La conciencia es la voz de Dios en el hombre y en esa voz éste descubre la norma
de conducta que debe seguir. Esa voz no puede configurarse por la sola
subjetividad o sinceridad de la persona, porque no puede desvincularse del orden
divino. Ha de confrontarse siempre con la referencia objetiva al orden
establecido por Dios.
El riesgo de autoengaño, sin tal confrontación, es grande. La conciencia en su
sola subjetividad no es oráculo infalible. Sagrario íntimo, pero sagrario
delicado, porque la voz de lo divino puede quedar cubierta por la voz del
capricho humano, por las interferencias de las pasiones. Hay un proceso correcto
de esclarecimiento, pero también puede y suele ndarse un proceso de obnubilación
de la conciencia. Sólo el primero salva la dignidad humana7. Eco episcopal
nítido de la enseñanza del Vaticano II en la Gaudium et spes.
Comprensión correcta de lo que significa y es el orden moral.
El orden moral expresa la voluntad de Dios sobre la creación y sobre la
humanidad, y responde por ello a las aspiraciones más hondas del hombre. No
mortifica, sino que potencia y canaliza la capacidad y la iniciativa humanas
para el bien, para el orden ( 42 ).
La moral revelada del Antiguo Testamento quedó expresada en el Decálogo
sinaítico, el cual recoge la moral natural matizada y elevada por la Alianza.
Presupone la fe en el Dios que revela y pacta y también supone el
agradecimiento, la entrega y la fidelidad a Dios del pueblo elegido, y el
servicio consiguiente a los hombres ( 43 ). Sigue siendo
válida la moral paleotestamentaria.
La moral evangélica perfecciona y lleva a su culmen la antigua, en Cristo y por
medio de Él. No es el nuevo promulgador un mero hombre, como Moisés. No es un
simple profeta más. Es Dios, el Verbo personalmente hecho hombre el que la
promulga sin intermediario. Esa moral evidencia en Cristo el sentido originario
y más profundo de la creación ( 44 ). Reafirma lo más sustancial de la Antigua
Alianza ( 45 ). Centra y concentra en Cristo toda la moral, con un proceso de
interiorización suprema.
El catálogo de las Bienaventuranzas: son reales y posibles, realizables y
realizadas.
La imitación de Cristo es la norma y la vía máximas del orden moral. Éste es
vida, no simplemente preceptos.
7. Cf. Jn 8,32.34.36. El Cardenal J.H. Newman escribió sobre la conciencia en el
mismo sentido. "La conciencia es la voz de Dios, aunque ahora está de moda
considerarla de una u otra manera como mera creación del hombre... La conciencia
es el más genuino vicario natural de Cristo; es profeta por sus enseñanzas,
monarca por su autoridad, sacerdote por sus bendiciones y condenas... Por ello,
es algo muy distinto del derecho a hacer o creer lo que a uno le venga en gana.
Y sin embargo, en estos tiempos, para no pocos, la libertad de conciencia
significa el derecho a prescindir de la conciencia, a no hacer caso del
Legislador y Juez, a ser independiente de las obligaciones no escritas, que
proceden
de esa fuente invisible" ( JOHN H. NEWMAN, Carta al Duque de Norfolk, p. 73-79,
Madrid 1996. Cf. CH. S. DESSAIN, Vida y
pensamiento del Cardenal Newman, p. 194-195, Madrid 1990 ).
La vocación cristiana como expresión personalizada de la moral evangélica.
La vocación cristiana viene dada por las realidades del dogma y las exigencias
de la naturaleza humana. Cristo ha introducido en la historia un nuevo y
definitivo modo de existencia, regido por la moral evangélica (46 ). No podrá
ser sustituido por otro.
Tal vocación y tal moral presuponen la iniciativa de Dios. El hombre no crea, no
forma su autovocación. Recibe de Cristo el llamamiento. No lo configura él.
Tiene el hombre que realizar su vocación con la ayuda constante de la gracia de
Dios ( 47 )
La moral y la vocación están marcadas por el reconocimiento doloroso del pecado
y el agradecimiento ilimitado por la redención en la cruz. La cruz es
consecuencia del pecado y obra humanamente inexplicable de la misericordia
divina. Están además una y otra caracterizadas por la inexorable perspectiva
escatológica de la vida ( 48-49 ).
Vocación cristiana y moral cristiana han de vivirse y han de desarrollarse
dentro de la Iglesia. La mediación sacramental e institucional de la Iglesia es
el suelo nutricio de la vida según Dios ( 50 ). Afirmación que puede parecer a
algunos excesiva, pero que es disposición divina, que la Iglesia no puede
olvidar, ni puede modificar ( 51 ).
Consecuencia ineludible.
La moral católica es la manifestación plena de la moral revelada. ¿ Conclusión
pretenciosa, excesiva ? No. Es Dios en Cristo quien avala esa afirmación. Más
aún. Es Élquien la fundamenta e impone personalmente. La Iglesia tiene que seguir
predicando yurgiendo y viviendo esa moral. Aunque resulte nueva Casandra o tenga que sufrir
persecución.
La moral católica posee un valor integrador y una energía consolidante de todo
sistema moral surgido de la razón humana rectamente orientada; y de todas las
semillas del
bien moral - "semina Verbi - esparcidas por Dios en las religiones históricas y
en las almas
( 51,3.42 ).
No cabe por todo ello "pretender el establecimiento de mínimos éticos
comunes"...
"a costa de renunciar a aspectos morales fundamentales e irrenunciables" ( 51 ).
Ni cabe
"recortar so capa de pluralismo o tolerancia la moral cristiana". Es " un error
de gravísimas
consecuencias" ( 51,4 ). "No cabe aquí un consensus obtenido a costa de rebajar
las
exigencias morales cristianas" ( 51,1 ).
I. 5. Algunas recomendaciones prácticas.
Tras esta densa exposición de los temas básicos de la moral fundamental, que he
intentado resumir, la Conferencia Episcopal española hace una serie de
recomendaciones
prácticas, que atienden tanto a las causas extraeclesiales como a las
intraeclesiales de la
actual decadencia moral de nuestra sociedad.
La comunidad católica, en cuanto tal, y por tanto todos los católicos tienen
como
deber primario en esta hora:
- Predicar la única vía de salvación, Jesucristo; y por lo mismo, la necesidad
de la
conversión interior (53.54 ).
- Promover la formación moral sistemática, fiel y universal. Con unidad de
criterios
y de acción y con obediencia a la Tradición y al Magisterio vivo de la Iglesia (
55 ).
- Aceptar y vivir la Doctrina Social de la Iglesia y las enseñanzas de la
teología
moral, frente a las infiltraciones y las cesiones indebidas ( 55.56 ).
A los padres y educadores.
La función primaria indispensable de la educación se realiza y debe realizarse
en y
por la familia ( 57 ). El papel complementario y coherente de la escuela en el
proceso
educativo ( 57-58 ). La formación religiosa y moral: necesidad de tratamiento
sistemático (
58 ).
A los profesionales de la información.
A los propietarios, informadores, y profesionales católicos. Información veraz,
objetiva, no manipulada ni teledirigida desde los centros de poder. Los medios
deben contribuir a la reconstrucción moral de nuestra sociedad.
A los poderes públicos, a los políticos.
Aprecio positivo que la Iglesia siente por la política y el político ( 62 ). El
desencanto creciente del ciudadano ante aquélla y ante éstos ( 64 ).
También la política está subordinada al orden moral objetivo ( 63 ). "No se
puede
separar la moral pública y la moral privada" ( 64 ). La legislación positiva
permisivista se
convierte en promotora de los comportamientos despenalizados ( 34 ).
Hay que reforzar el tejido social intermedio, acrecentando y reconociendo el
papel y
las funciones de las entidades. Partidos, sí. Solamente partido políticos, no (
65 ).
Hasta aquí la mirada ad extra, que los obispos españoles hacen sobre el momento
actual que la sociedad vive en España, bajo el signo de una muy grave decadencia
moral.
Pero, como antes señalé, la Conferencia Episcopal mira también en esta primer
Instrucción
hacia el interior de la propia Iglesia, esto es, la mirada ad intra. Paso a
exponerla
seguidamente.
II. LA MIRADA HACIA EL INTERIOR DE LA IGLESIA.
II. 1. Una página autorizada de autocrítica eclesial.
El tema es el mismo. El protagonista colectivo, el de antes: nuestra sociedad
hoy.
Pero ahora el movimiento de la escena cambia. Estamos dentro del recinto
doméstico, interior, de la propia Iglesia en España.
No nos desconectamos del ámbito general de la sociedad española. Pero nos
retiramos para considerar dos datos: examinar la influencia que la
desmoralización incoada ejerce sobre los católicos; y hacer un serio examen
colectivo de conciencia sobre las eventuales responsabilidades, que los
católicos tenemos como agentes de ese proceso de decadencia moral.
Atiendo para ello a la que podríamos denominar página autorizada de realista
autocrítica eclesial, que los obispos españoles han redactado en el gran
documento que estoy resumiendo. Página que expone con ejemplar sinceridad las
deficiencias de la comunidad eclesial en la España de hoy.
Oportuno me parece para situar el tiempo de la acción, que se desarrolla en este
capítulo, indicar que buena parte del examen interno que nuestros obispos hacen,
recae sobre fallos producidos tras el Concilio, o más exactamente, con ocasión
del Concilio y no a causa del Concilio, en los tres últimos decenios del pasado
siglo. Una vez más vale aquí el conocido aforismo de la Escuela: "post hoc, ergo
propter hoc, non valet", que traducido en lenguaje moderno significa que la mera
secuencia - B sigue a A - no denota causalidad eficiente del sujeto o hecho A
sobre el hecho o sujeto B.
Esta "autocrítica" - la palabra se halla expresamente consignada por los autores
de la Instrucción - no se limita a "los posibles olvidos de los valores
positivos de una cultura no cristiana" (31,2)8, en los que tal vez hemos
incurrido los católicos, sino que se extiende principalmente al campo de
nuestros eventuales descuidos respecto de los valores propios
de la cultura cristiana.
De la amplitud de este examen doméstico de conciencia puede juzgarse por las dos
proposiciones generales que hacen los obispos al comienzo del documento.
Primera afirmación: "El conjunto de los creyentes" participamos "en mayor o
menor grado del deterioro moral de nuestro pueblo". "La profunda crisis de la
conciencia y vida moral de la sociedad española...se refleja también en la
comunidad católica" (1,3; cf. 32).
Segunda observación: "La comunidad católica, de tanto peso en nuestra
sociedad, con esta desmoralización no está en condiciones de poder cumplir con
su responsabilidad en este campo y contribuir a la recuperación moral de nuestro
pueblo" (2,1). Incapacidad 8. Repito que los números entre paréntesis, que
coloco
dentro del texto, remiten a la numeración interna del
documento "La verdad os hará libres".que se explica en parte por "los grandes
problemas o carencias, con que nos encontramos hoy en el seno de la comunidad
católica" (33,2).
Sentencias ambas, cuya gravedad y cuyo valor por razón de autoridad resultan
palmarios, preocupantes y al mismo tiempo estimuladores. Son invitación al
examen de conciencia y al propósito de enmienda efectivo.
Entre las causas de esta incapacidad debe incluirse el hecho, que el texto
califica de preocupante, "de que, pese a la importante presencia de los
católicos en el cuerpo social, éstos no tienen el correspondiente peso en el
orden político" (62,2).
No se trata, y hago aquí un comentario personal, de un fenómeno del todo nuevo.
Lo estamos viviendo desde mediados del siglo XIX, y aun algo antes. Pero en la
actualidad el contraste ha cobrado relieve extraño. Parece como si el peso
específico que la ciudadanía católica posee en el seno de nuestra sociedad
civil, se volatilizara por arte de magia en los
niveles de la acción de la autoridad, tanto gubernativa como legislativa. Ha
habido y hay católicos, y no pocos, en la política a lo largo de la reciente
transición. Pero no se advierten signos claros de una política católica y conste
que al adjetivar así nuestra política, me refiero principalmente a los grandes
valores humanos, a los magnos capítulos comunes de la moral objetiva, que los
católicos estamos obligados a defender. Es, por ejemplo, el caso de la defensa
de la vida, de la política protectora de la familia, del sentido exacto de la
aconfesionalidad del Estado, de la ordenación de la enseñanza, y del control
judicial - independiente, no politizado - de la acción de gobierno y del total
entramado de la administración pública. Me parece útil sistematizar todos los
pasajes de la Instrucción, en que se recogen los puntos que deben guiar el
examen de conciencia, al que estamos obligados; examen no simplemente
aconsejable, sino necesario y urgente.
La parte del documento que más interesa a estos efectos, es la etiológica, y
particularmente el sector, ya aludido, sobre "los factores intraeclesiales de la
actual crisis moral" (32-35), zona concentrada del análisis, a la que pueden
añadirse algunas advertencias dispersas por el resto de la Instrucción, que
intentaré ordenar.
II. 2. Los factores intraeclesiales de la crisis moral.
“Ha faltado, hemos de reconocerlo, - confiesan los obispos - una buena educación
de las conciencias ante las nuevas necesidades" (33,2).
Esta "debilidad de la formación moral de nuestro pueblo cristiano" (55,1), esta
carencia "de una formación moral suficiente y a la altura de las necesidades de
los nuevostiempos" (33,1) es la que explica que "muchos católicos" se sientan
como "a la intemperie"; y la que explica también la que podría denominarse
psicología del desconcierto sobrevenido: "desorientación moral de no pocos
católicos de buena voluntad", perplejidad, dudas, divergencias doctrinales. Con
otras palabras, "el desconcierto, la incertidumbre, la indecisión" (33,2-3).
Se registra, en segundo lugar, la lamentable aceptación, por ósmosis
sociopolítica, de la identificación entre lo moral y lo jurídico positivo. Hay,
en efecto, católicos que consideran "morales" las acciones legalmente
permitidas. El adagio antiguo recoge esta falsa identificación: "iussum, ergo
iustum". "Lo que está permitido en el orden jurídico, les parece que es ya
inmediatamente conforme a la recta conciencia"9. La licitud moral vendría dada
simplemente por la previa y sola licitud jurídica de un comportamiento.
Se está produciendo así el olvido socializado del recto orden del derecho, el
que también la sabiduría antigua consignaba como norma correcta: "iustum, ergo
iussum". Sólo lo éticamente justo es auténtico derecho. Concordancia plena con
cuanto ha enseñado y enseña sobre el positivismo jurídico el Magisterio
pontificio.
Sigue a continuación un tercer factor intraeclesial "altamente preocupante": la
asimilación del secularismo ambiental.
Esta aceptación es un fenómeno que se ha producido "en los últimos tiempos",
apunte cronológico, que, por el contexto global y los datos de situación, señala
claramente el período iniciado con la reciente transición política, la cual - y
el comentario es mío - ha tenido y sigue teniendo más de ruptura incoativamente
demoledora que de adecuada evolución homogénea.
Advierten los obispos, sin embargo, que dicho fenómeno, el de la ósmosis
ambiental desconcertada y la asimilación errónea del laicismo, no es general
intra muros Ecclesiae.
Sólo se presenta "entre algunos sectores católicos". Justa y obligada salvedad
corroborada por la lectura completa del número 35 de la Instrucción.
Se ha introducido y continúa viva, en esos sectores cuasilaicistas del
catolicismo español, "una mentalidad difusa que...ha recibido y asimilado los
puntos de vista, los esquemas de pensamiento y acción de una cultura secular"
sin suficiente discernimiento sobrenatural (cf. 42,1). Es la advertencia que
hizo Pablo VI en la introducción de su encíclica Ecclesiam suam.
Tal mentalidad "da por bueno y verdadero lo que nace de la sociedad
contemporánea...y somete la doctrina cristiana y sus normas morales al juicio de
la sensibilidad y de los sistemas de valores e intereses de la nueva cultura".
La carencia de suficiente formación moral afecta a todos los sectores del Pueblo
de Dios, como indican los obispos expresamente en el número 33. En cambio, el
fallo de la contaminación por ósmosis apunta más bien a quienes por
afán de dar facilidades a la moral cristiana, o por seducción de ideologías
ajenas e incluso contrarias a la fe católica, o
por pura comodidad, se dejan llevar a la identificación que los obispos
rechazan.
"En esta versión 'secularizada' de lo cristiano" se mutila el contenido del
mensaje evangélico por vía de selección indebida; se diluye gravemente la fe,
reduciéndola al marco de "un pensamiento laicista y naturalista"; y se
"introduce dentro de la fe un germen de racionalismo, que rompe la unidad de la
conciencia personal de los católicos y amenaza la unidad visible de la Iglesia"
(35). Lo había advertido Pío XII en dos discursos de 1952, el Soyez les
bienvenues y La famiglia10
II.3. Avisos de situación.
He aludido antes a los avisos, que se encuentran dispersos por el documento que
estoy resumiendo. Los reúno ahora con sucinta explicación.
Primer aviso: "Últimamente se ha debilitado la conciencia cristiana de las
realidades últimas". "Incluso la predicación y la catequesis no han dirigido
toda la atención necesaria a estas realidades" (49 ). Se trata de los
anteriormente llamados novísimos o postreras realidades de la vida personal, que
ahora, con mero cambio de palabras, llamamos
escatológicas o últimas.
Los obispos recuerdan explícitamente "la realidad inexorable de la muerte"
(49,1.4), el juicio particular post mortem (2), "la vida eterna", con sus dos
direcciones, la bienaventuranza y el infierno, las cuales se mencionan con
expresiones bíblicas, "juicio de gracia" y "juicio de condenación" (3).
No siempre se han observado - segundo aviso - las debidas cautelas en el diálogo
sociopolítico o en el puramente ético.
El católico coherente no puede "pretender el establecimiento de unos 'mínimos',
comunes a todos (los demás modelos éticos), a costa de la renuncia a aspectos
éticos fundamentales e irrenunciables" (51,4). "La búsqueda del diálogo en este
terreno es incompatible con el regateo o la transacción innegociable: no cabe
aquí un consenso obtenido a costa de rebajar las exigencias morales cristianas"
(51,1).
"Sería además un error de graves consecuencias recortar, so capa de pluralismo o
tolerancia, la moral cristiana, diluyéndola en el marco de una hipotética 'ética
civil', basada en valores y normas 'consensuados' por ser los dominantes en un
determinado momento
histórico"(51,4).
10 . PÍO XII, discurso al Congreso Internacional de la Federación Mundial de las
Juventudes Femeninas
Católicas, 18 de abril de 1952; y radiomensaje, del 23 de marzo del mismo año (
DER XIV, 78 y 21-26 ).
Los valores morales del bien y los contravalores del mal no dependen de
aritméticas electorales o de votos parlamentarios desconectados del orden,
superior y anterior, del ser y del hombre.
Este segundo aviso reitera significativamente la invalidez del criterio
pseudomoral que habla de "lo políticamente correcto", expresión reciente, cuyo
contenido es harto viejo, porque se identifica con la razón de Estado del
Antiguo Régimen y con la conocida sentencia del despotismo paleopagano: el "sit
pro ratione voluntas" recogido por Juvenal11.
"Todo intento de relacionar la moral cristiana con las morales vigentes
presupone la propia identificación". Aviso, cuya vigencia se debe no sólo a
razones permanentes, sino también a motivos de actualidad, a criterios de
conducta que intervienen como causa en la situación interna de la Iglesia en
España.
Ante tal situación, los obispos exigen, como es su deber, "la unidad de criterio
y de acción acerca de aquellos valores claramente señalados como permanentes por
el Magisterio auténtico de la Iglesia" (55,4). Y como el Magisterio auténtico
engloba, sin borrar los perfiles diferenciales, el auténtico extraordinario o
infalible y el auténtico ordinario o no infalible, síguese que la unidad de
enseñanza y de comportamiento ha de darse en esos dos campos de la acción
magisterial.
El pasaje, que a continuación recojo, determina expresamente los destinatarios
principales de este tercer aviso: "Los sacerdotes, catequistas y profesores de
religión o de teología moral" (ibíd.).
Descripción corporativa de agentes causales, que se confirma con las palabras
que los obispos dirigen a los teólogos moralistas, para que ajusten sus
enseñanzas, "atendiendo a las enseñanzas de la Tradición viva y del Magisterio"
(56,2). Les exhortan a que no se dejen seducir o fascinar "por planteamientos o
propuestas que desnaturalizan la enseñanza, a cuyo servicio han sido llamados" (ibíd).
Merece este aviso unas líneas de comentario. Los fieles y las familias hemos
sufrido "en los últimos tiempos" los efectos deplorables de la falta de unidad
en la enseñanza de la moral. Y la causa han sido las singularidades lamentables
de ciertos autores desorientados y desorientadores.
No pocos católicos y bastantes padres y madres de familia tendríamos que añadir
un tono de energía paciente y dolorida a la suave, a fuer de paterna, expresión
episcopal del asunto.
Esta grave deficiencia afecta directamente y de modo principal a algunos
integrantes, no sé si pocos o muchos, de los estamentos académicamente
cualificados del
11. "Hoc volo, sic iubeo, sit pro ratione voluntas" (JUVENAL, Sátiras VI,223 ).
Pueblo de Dios en España. E "intelligenti pauca addenda", es decir, quienes
conocen el paño no necesitan mayor aclaración.
Otro dato cautelar. Otra deficiencia causal. Señalan nuestros obispos "la
inadecuada presentación de la verdad revelada por Dios" (51,2). Entiendo que
esta expresión, la verdad revelada por Dios, abarca en su tenor general las
realidades contenidas en la Sagrada Escritura, en la Tradición viva de la
Iglesia y en la enseñanza del Magisterio.
En otro número se dice, en efecto, que "en tiempos todavía próximos a los
nuestros, la ley de Dios pudo ser interpretada como algo escrito en tablas de
piedra, amenazador para el hombre y externo a él" (42,1). En línea de corrección
impuesta por la realidad, hay que recordar que "la ley de Dios se nos muestra,
por el contrario, en la Biblia como una realidad viva, metida por Dios en el
pecho de los hombres e inscrita en sus corazones" (ibíd.)12.
En otro pasaje, y abundando en lo dicho, el documento alude a ciertos "excesos
de un moralismo legalista, impositivo y externo, sin arraigo en el corazón del
hombre, percibido como yugo de servidumbre y no como cauce de realización
humana" (33,4).
Coincide este pasaje, a mi entender, con los dos anteriores.
Finalmente, queda un apunte, - el quinto -, en esta serie de causas dispersas,
referido al error, que en el campo estrictamente dogmático puede producir la
aceptación del reduccionismo cristológico, que lleva consigo la deformación de
la Iglesia. Al desdivinizar - de una u otra manera - la Persona divina del
Salvador se desdivinizan también el origen y la naturaleza de la Iglesia.
"Sin la Iglesia, incluso Jesucristo está expuesto a quedar reducido a un
discurso formal o a convertirse en un ejemplo de conducta, del que, una vez
extraída una 'doctrina moral', resulta fácil prescindir, al tiempo que se
abandona el intento de vivir una vida conforme a la suya y la esperanza que Él
suscita" (50,4).
En el fondo, es el afán de comodidad, el egoísmo, los que llevan a estos
intentos de eliminar del horizonte humano la divinidad de Cristo. Vieja
pretensión inútil de claro resabio adopcionista. En el seno de la humanidad, en
el horizonte humano, siempre se alza y alzará el nombre de Jesús, nombre que la
fe no puede silenciar, no puede enmascarar, no
puede dejar de cantar agradecida y adorante.
LA NOTA, DE 1995.
12. La Instrucción se refiere al pasaje de Rom 2,15. Muy probablemente se debe
incluir aquí todo el contenido
permanente de la ley natural bien entendida.
En 1995 la Comisión Permanente de la CEE publicó una Nota breve sobre la
situación moral de España. Habían pasado cinco años desde la anterior
Instrucción. La unidad temática es plena.
Tema de la Nota: comprobar el estado de la enfermedad social y apuntar los
remedios necesarios. Motivo del documento: “el clima de frustración, sospecha y
desesperanza que vive nuestro país” ( 1 )13.
El breve contenido se resume en tres puntos sustanciales: denuncia, demanda y
llamamiento.
Agravamiento de la enfermedad.
Pronóstico: en este quinquenio ha empeorado la situación social de
deterioro.
“El clima social se ha ido deteriorando, entre otros motivos, por la aparición
de nuevos hechos de corrupción” y “por la gravedad de las cuestiones implicadas
en algunos procesos actualmente en curso sobre delitos contra la vida y la
libertad de las personas” ( 3). No ha cesado la lacra del paro. Tampoco ha
desaparecido la violencia terrorista ( 4 ).
“En los últimos años ha crecido también el clima de relativismo moral y de
permisividad” y ha aumentado “la situación de perplejidad, relativismo y
frivolidad”, favorecida por algunos medios de comunicación social, que exaltan
las conductas desordenadas y ridiculizan los valores religiosos y morales , y
también por “decisiones y declaraciones de algunos responsables públicos”
contrarias al matrimonio, a la familia y a la vida ( 5 ).
La regulación de la enseñanza de la religión en los centros públicos,
despectivamente maltratada, acentúa gravemente “el desarme religioso y moral de
la juventud española” y por tanto la educación integral de la persona ( 6 ).
La demanda social generalizada.
La sociedad española, en su gran mayoría, silenciosa y silenciada, sigue
apreciando y viviendo los valores humanos y las conductas honestas. Este es un
magno dato positivo de situación ( 7 ).
Y por ello se alza una “demanda social, que se ha convertido en clamor”, y a la
cual se une la Comisión Permanente de la CEE.
Esa demanda pide que se esclarezcan prontamente los hechos, que se restaure la
justicia conculcada, que se recuperen los valores morales, que funcionen “con la
debida celeridad los mecanismos del sistema democrático”, a fin de que se
apliquen “las medidas correctoras de conductas inmorales y el funcionamiento
adecuado de las instituciones” ( 8 ).
13 . Los números incluidos en el texto entre paréntesis remiten a los párrafos,
no numerados de la Nota.
“Es necesario que los responsables de la vida pública y de las instituciones
ofrezcan signos de credibilidad, que demuestren que en sus conductas prevalece
el servicio al bien común frente a otros intereses personales o de grupo. Para
poder exigir responsabilidad y solidaridad a nuestro pueblo, éste necesita
percibir en las personas públicas signos palpables de honradez, de servicio al
bien común y de solidaridad. De otro modo, la desconfianza en las personas e
instituciones irá en aumento, con el riesgo que ello conlleva de injusta
generalización, de desánimo y de desconfianza en las instituciones democráticas”
( 9 ).
El llamamiento. Se dirige a todos: a los católicos y a todos los
ciudadanos, creyentes o no ( 11 ). Hay que recuperar los valores y actuar con
una conciencia bien formada. Los valores “han de tener necesariamente una
referencia esencial a la verdad. El fundamento de la verdad moral y de la
justicia es Dios”. Es necesario “coincidir en unos principios fundamentales,
permanentes y válidos para todos” ( 11 ).
Que cuanto la sociedad pide no tenga “una instrumentalización exclusivamente
partidista”. La desconfianza en las instituciones, el descrédito de las mismas “
a todos nos dañaría” ( 12 ).
Hasta aquí la Nota de febrero de 1995, que anunciaba un nuevo y tercer documento
en la línea de la Instrucción de 1990. En efecto, al cabo de un año, febrero de
1996, la Conferencia Episcopal Española volvió sobre el problema, prueba clara
de la importancia que con razón daba a la gravedad de la situación. Y lo
hicieron los obispos con la Instrucción titulada Moral y sociedad democrática.
LA INSTRUCCIÓN MORAL Y SOCIEDAD DEMOCRÁTICA.
Los destinatarios de este tercer documento son los de los dos anteriores. El
tema es el mismo, pero con una variante. Se trata ahora de reflexionar sobre
“algunos valores objetivos, ligados a la misma condición del hombre y accesibles
a la razón humana” ( 4 ), sobre los cuales conviene hacer “una consideración
algo más pausada”, ampliando y complementando lo expuesto en 1990 ( 6 )14.
En esta segunda Instrucción hay un juicio histórico descriptivo, y también una
parte doctrinal, que abarca tres puntos de moral natural, que resumiré. Los
números incluidos en el texto entre paréntesis remiten a la numeración interna
de la Instrucción.
II. Análisis y juicio de situación.
Los obispos emiten un juicio global sobre la transición del Régimen anterior a
la Democracia y sobre el consiguiente cambio efectuado en nuestra comunidad
política.
“El paso a la democracia ha tenido muchos aspectos positivos” ( 7 ). “Nuestro
pueblo ha mostrado una gran madurez en los momentos delicados de la transición
política”( 22 )
Sentado lo anterior, los obispos añaden que “no todo han sido logros”. Y lo
explican: “La libertad...tiende a reducirse a una pura formalidad o a un vocablo
vacío e incluso peligroso...Bajo la sagrada palabra ‘libertad’ viene a ocultarse
el predominio del interés de los poderosos y la ruina de la humanidad del
hombre” ( 8 ). “No faltan hoy motivos para el retraimiento y aun para la
desconfianza frente a la vida pública” (29 ).
En el elevado terreno de la doctrina, la Instrucción habla de tres puntos, que
ofrecen, como es natural, identidad plena con la explicación que de ellos ha
hecho y hace la Doctrina Social de la Iglesia expuesta por el Magisterio
pontificio y conciliar.
II. La libertad humana y el ser del hombre.
Es el primer gran tema: en el plano natural, filosófico, básico, asumido
plenamente por la moral revelada. La libertad y su relación constitutiva,
esencial, con la verdad sobre el hombre. Estamos en el terreno decisivo de la
antropología filosófica.
La libertad florece, cuando arraiga en la verdad, en la realidad del hombre ( 11
). Y la verdad, la realidad sobre el hombre vienen dadas por la razón, la
naturaleza del hombre, no por los caprichos del desorden. Razón, que es dote de
todo hombre, y por la cual y con la cual puede el hombre alcanzar la respuesta
acertada, cierta, válida en su sustancia cognoscitiva, a la magna pregunta sobre
qué es el hombre.
Tal respuesta está al alcance de todo ser humano. No es monopolio de la Iglesia
en esta plataforma natural. Pertenece al patrimonio universal, a la que
podríamos llamar la gramática moral común de la humanidad. Nuevamente aparece
con este tercer documento
15. Debe notarse que esos "muchos" datos positivos están resumidos, al final de
la enumeración, con la mención genérica de "todos los beneficios del Estado de
derecho,cuyas instituciones han ido fortaleciéndose" ( 7 ). Con el debido
respeto, me parece que ese fortalecimiento acusa algunas quiebras no ligeras, a
la vista de lo que ya entonces y sobre todo después ha ido sucediendo. No puedo
menos de incluir en esas quiebras la politización de la Justicia, llevada a cabo
de manera calculada y sistemática por algunos políticos, politización tanto más
grave cuanto más sagrado es el poder judicial en la terna funcional de los
poderes de la autoridad pública.
el valor anticipador, que la palabra episcopal sobre la situación de España,
posee en relación con otra gran encíclica de Juan Pablo II, la reciente Fides et
ratio.
La razón humana demuestra además que no vale la afirmación de que la libertad
consiste en "que cada cual" dé a la pregunta "la respuesta que mejor le
pareciere y que actúe sin más según crea oportuno" ( 12-14 ). "El ansia de
emancipación insolidaria se convierte en una fuerza inhumana, que utiliza a los
otros como instrumentos del propio provecho" .
Sí tiene, en cambio, la Iglesia el depósito propio de la respuesta decisiva a la
pregunta sobre el hombre, respuesta fundada en la revelación divina positiva.
Pero este plus de respuesta, este nivel superior de conocimiento, no niega,
confirma; no elimina, enriquece; no debilita, fortalece la respuesta de la moral
natural. Por ésto, cuando la Iglesia evangeliza y anuncia a los hombres la total
dignidad de la persona humana, "no les aborda con una palabra extraña, que no
les fuera ya de alguna manera familiar" ( 15 ).
"Cuando se pretende una libertad entendida como la desvinculación o incluso el
rechazo de todo lo que no sea la propia voluntad, se va en contra de la ley
fundamental de la vida y se cae en la mayor de las esclavitudes". "Se abre el
paso al capricho irracional" ( 20 ).
III. La moral y el derecho.
Es el segundo momento, estrictamente doctrinal, del documento: La conexión entre
el orden moral y el ordenamiento jurídico, "elemento central de la Doctrina
Social de la Iglesia" ( 32 ), que los obispos proyectan autorizadamente sobre la
situación de cambio laicista y por ello notoriamente secularista, que está
experimentando con aceleración lamentable el derecho en España.
La subordinación de la ley civil al orden moral objetivo viene impuesta por la
verdad sobre el hombre: la ley, como la autoridad, tiene un "antea", un "pre”,
que lacondicionan. Si la ley respeta ese indicador anterior, la ley y el
legislador se ajustan al orden natural. Si no la respeta, la ley y el legislador
desordenan la convivencia. La perturban. Hoy en España "el consenso, que ha dado
un resultado ciertamente positivo", se ve desviado seria y profundamente por la
tendencia a confundir la libertad política con la libertad para decidir
cualquier cosa, con independencia de la moralidad de lo decidido
( cf.24 ). El consenso ha derivado hacia "el positivismo jurídico más
descarnado" ( 25 ).
No estamos, conviene repetirlo, en la alta cota de la moral revelada. El
análisis espiscopal se mantiene en el nivel, también elevado, de la moral
natural y urge la sumisión de la ley a esta moral, que es patrimonio común de
toda la humanidad.
"El que una ley haya sido establecida por mayoría o incluso por consenso, no
basta para legitimarla". Porque "la bondad o la maldad de las acciones humanas
es anterior a lo establecido por la ley, por la mayoría o el consenso". "El
legislador he de atenerse al orden moral" ( 28 ).
En consecuencia, "una ley civil,...que contradiga la verdad del hombre,...carece
de fuerza obligatoria y no sólo no debe ser obedecida, sino que, no teniendo
propiamente el carácter de ley, crea la obligación de conciencia de resistirse a
ella" ( 30 )
No hay otra vía para consolidar la ley, la justicia, la autoridad, la dignidad
del ciudadano y el genuino régimen democrático ( cf. 32-33 ).
Abro un corto paréntesis de conveniente comentario. Quienes conocen la Doctrina
Social de la Iglesia, verán en las claras palabras de nuestros obispos el eco
perfecto de la enseñanza de siempre. Repiten la línea enérgica y nítida de León
XIII ante el liberalismo racionalista; la denuncia de Pío XII sobre el derecho
totalitario; la posición de Juan XXIII ante las ideologías del entonces primero
y segundo mundo, que negaban el orden natural y divino de la convivencia;
posición reiterada con perfecto sentido de época por Pablo VI, y nuevamente
proclamada con singular volumen, tono e intensidad por Juan Pablo II.
La Instrucción Moral y sociedad democrática no dice nada nuevo. Hablan los
obispos a causa del curso que desde el arranque de la década de los ochenta ha
tomado el ordenamiento jurídico español.
Pero hay otro motivo más hondo: La defensa del hombre, la defensa del orden
natural de la convivencia. Porque lo que está en juego, en primera línea, es
precisamente el recto sentido del hombre y la Iglesia está obligada, como nuevo
buen samaritano, a defender y a asistir al hombre, de los asaltos que éste sufre
en los nuevos caminos de la convivencia, por obra de los nuevos salteadores, ya
vistan éstos el ropaje totalitario, o se enmascaren con atuendos
seudodemocráticos.
IV. Democracia, pluralismo y moral.
Estamos ante el tercer momento del documento. Momento que combina un nuevo
juicio crítico, complementario de los anteriores, y la reiteración de la
Doctrina Social de la Iglesia sobre el régimen democrático.
En este punto la Instrucción hace tres afirmaciones. Una, estrictamente
doctrinal: "La Iglesia reconoce y estima el modo democrático de organización de
la sociedad".
Otra, local, práctica, no doctrinal: "La joven democracia española se siente -
no sin razón - orgullosa de sí misma" ( 34 ).
Y una tercera, mixta de juicio histórico y base doctrinal: "El fenómeno
preocupante de una cierta mitificación de la democracia" ( 35 ).
Debo adelantar que participo plenamente de la primera y tercera afirmación, y
mantengo cierta respetuosa reserva restrictiva, que considero fundada, respecto
de la segunda observación.
El contenido doctrinal de este segundo sector del documento parte de una exacta
y obligada tesis. "No todo lo que se hace y se decide por ese procedimiento [ el
modo de proceder en democracia ] tiene de por sí la garantía de ser también
justo...Eso dependerá de que lo decidido esté efectivamente de acuerdo con el
orden moral objetivo" ( 36 ). "El mayor peligro que hoy amenaza" a la democracia
es precisamente el relativismo epistemológico y ético ( 37 ). Observación
perfecta, que da en la diana del problema político actual, español, paneuropeo y
occidental.
El pluralismo pertenece a la esencia, "es consustancial al régimen democrático".
"La Iglesia no tiene nada que objetar al pluralismo democrático", cuando éste
discurre por la vía de la razón y del reconocimiento de los valores objetivos,
que proceden de la dignidad natural de la persona humana.
Ese pluralismo respetuoso del hombre es el que la Doctrina Social de la Iglesia
establece en virtud de los dos grandes principios de subsidiariedad y
participación en la vida política. Y es un pluralismo, que exige la intervención
no sólo del Estado y de los partidos, sino además y necesariamente de toda la
sociedad, de los individuos, de las familias, y de todo el complejo de las
entidades intermedias ( 38 ). No sólo ésto. El genuino pluralismo democrático
elimina el riesgo de los fundamentalismos, ya sean éstos de raíz religiosa, ya
provengan de cuadros ideológicos azuzados por el afán de dominio.
No puede, en cambio, aceptarse en sana democracia el pluralismo relativista, que
por desgracia está tarando, y gravemente, a la política de Occidente. "Este
pluralismo relativista,..que defiende o presupone que todo es, en principio,
igualmente válido y aceptable como humano y moral, es insostenible". Esta
mentalidad relativista, que, como ha advertido Juan Pablo II16, es la que domina
hoy en Occidente , se ve ineluctablemente "ante la imposibilidad de
distinguir entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto" ( 43 ).
Y esta doctrina no es exclusiva del Magisterio de la Iglesia. Es patrimonio de
la humanidad. La Iglesia la afirma y defiende, porque es verdadera. No es
simplemente verdadera, porque la Iglesia la defiende.
La inmortalizó Sófocles en su heroína, Antígona, frente al totalitario Creonte.
La cantó Eurípides en su alabanza de las troyanas cautivas de los griegos. La
proclamó Sócrates frente al positivismo ateniense de su época. La invocó Cicerón
en sus escritos filosóficos y en el momento de su muerte. La han consignado
todos "los sistemas morales surgidos de la razón rectamente orientada del
hombre" ( 44 ). Y la han reiterado no pocos pensadores, dramaturgos, novelistas,
ensayistas y sociólogos de nuestro tiempo.
La fe cristiana posee una especial capacidad para detectar, asumir, fortalecer
yexpandir las luces éticas genuinas de las más diversas culturas en el tiempo y
en el espacio (cf. 47 ).
16. Cf. Centesimus annus 46.